miércoles, 16 de marzo de 2011

Ser ecológico es un coñazo

Por si quedaba algún inconsciente que no estuviera preocupado por lo del tema de Japón, no ya la catástrofe humanitaria sino la nuclear que puede agravar aún más el tema, nuestra Unión Europea acaba de calificar la situación de “apocalíptica”. Ahí es nada. Dando ánimos.

Era previsible que pasara algo así, con la mala pata que caracteriza a Zapatero como Presidente (como político tiene una suerte envidiable). Poco tiempo después de aprobar un decreto por el que alargan la vida de las centrales nucleares españolas, se reabre el debate de hasta qué punto nos podemos permitir el riesgo de tener potenciales bombas de relojería en nuestras ciudades. Si en Japón, que algo de tecnología saben, están así, imagínate aquí con los Pepe Gotera que tenemos la que podemos liar ya no con un terremoto, sino con una colilla mal apagada.

Ahora más en serio, las consecuencias de todo esto son de una lógica aplastante, dura y poco asumible por la población. Si las centrales nucleares no porque son peligrosas, las de carbón tampoco porque manchan mucho y contaminan, las de petróleo o gas natural menos porque suben mucho los precios y no salen rentables, y las alternativas no dan para mantener abierto el chiringuito… ¿qué nos queda?

Todos somos super ecologistas. Faltaría más. Si nos preguntan en una de esas encuestas que tanto gustan últimamente, saldría que el 93% de los españoles se declaran ecologistas y a favor del medio ambiente (curiosamente, preguntes lo que preguntes siempre hay un porcentaje que no contesta lo que te esperas). Guay del paraguay, somos fantásticos. Lo malo es que cuando nos quitan el micrófono de delante todos despilfarramos energía y otras cosas a punta pala: usamos un montón de cosas que no sólo no son necesarias sino que son claramente superfluas. La vida moderna no es compatible con la ecología. Una casa con dos personas genera varias bolsas de basura a la semana, la mayor parte de ella totalmente prescindible: envases rodeados de más envases, plásticos para envolver cosas que podrían venir perfectamente sin embalar, toneladas de publicidad que va directamente al contenedor…

Cambiar el chip no es fácil. No estoy hablando de leer a la luz de las velas o apagar la calefacción aunque estemos a 0º. Es más sencillo que todo eso, pero tal vez por eso más difícil de asumir. El ser humano reacciona bien ante las grandes crisis, pero el esfuerzo del día a día es mucho más complicado. Ahí está el problema: es más fácil hacer grandes esfuerzos puntuales que pequeños sacrificios diarios. La ecología es un coñazo, seamos sinceros, y precisamente por eso hay que intentar facilitar que todos podamos colaborar. Concienciados estamos, ese no es el problema, es que resulta muy incómodo y el ser humano cada vez está más apoltronado, hablo de occidente, claro está.

¿La solución? Si la tuviera probablemente estaría abriendo los telediarios, pero hay pistas que nos pueden llevar hacia el camino correcto: hay que facilitar la ecología. Hay medidas que pueden parecer un poco chorras pero que realmente son efectivas. En Lugo, por ejemplo, en los años 90 el Ayuntamiento regaló cubos de basura con divisiones para clasificar los residuos. Funcionó de maravilla y se implantó, mal pero se implantó, la idea del reciclaje en los ciudadanos. Aún falta mucho por andar, pero es un comienzo. Otra que me parece positiva fue la tan criticada de las bombillas por la que pusieron al ministro del ramo (el socialista Miguel Sebastián) a caer de un burro. Pues yo no creo que sea ninguna chorrada porque hay muchas personas que no habían visto una bombilla de bajo consumo en su vida por increíble que parezca, y la cosa es ir perdiendo miedo a las medidas de ahorro.

Encima tampoco tienes nunca la garantía de estar haciendo lo correcto. Por ejemplo, ¿qué fue del papel reciclado? ahora no lo encuentras ni buscándolo con un perro de caza. Se decía, no sé si es cierto, que los blanqueantes que usan para aclararlo lo hacían más perjudicial para el medio ambiente que el papel normal de toda la vida. Vete tú a saber. Como lo de la velocidad en carretera: si hay que ir a 110 se va, no pasa nada, pero al menos que no veamos a otros países y estudios aparentemente serios que nos dicen que es contraproducente y que se consume menos a 130.

Para implantar medidas ecológicas tienen que tener dos importantísimas características: que sean indiscutibles (o al menos no controvertidas) y que se facilite su aplicación con una cierta comodidad. Si no, el fracaso está asegurado, y no nos podemos permitir más chapuzas en estos temas.

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