miércoles, 12 de abril de 2017

Lo importante no es la fe, sino la persona que la profesa


En mis tiempos fui catequista. Recuerdo que la fe era un bálsamo que ayudaba a curar los disgustos y que además tenía una ventaja enorme que era la confesión. Contabas al sacerdote lo que habías hecho mal y sabías que si tenías genuina intención de no volver a caer y te arrepentías sinceramente eras perdonado nada menos que por Dios a través de su franquicia terrenal.

Es una de las muchas ventajas de la religión. De las desventajas no hace falta hablar porque ya se encarga generosamente una parte de la sociedad de hacer binomios vergonzosos como cura=pederasta o cosas similares, tomando una parte por un todo y obviando las grandes cosas que han hecho personas en nombre de una creencia que, como toda creación humana, tiene luces y sombras.

Cuando vienen los malos tiempos la tentación de rezar a un poder superior está arraigada en nuestro ADN, y buscar consuelo en la fe puede ser positivo para mitigar la pena por la pérdida de familiares y amigos. También te da una esperanza de eternidad, de pervivencia tras el inevitable final. El problema es que la religión no se elige: o crees o no crees.

Personalmente sufrí lo contrario de una “iluminación”. Un “apagón” podríamos llamarle, y ayer me encontré con una amiga que me hizo reafirmarme en esa falta de fe. Una de las mejores personas que conozco, amable, educada, simpática, buena gente, casada con un hombre que es su perfecta media naranja porque reúne sus mismas cualidades y su bonhomía. A la pregunta de “¿qué tal estáis?” la respuesta terrible: “Mal. Mi marido se cayó y se quedó en silla de ruedas”.

¿Qué clase de Dios todopoderoso y de amor infinito puede consentir que a las buenas personas les pasen cosas así? ¿Justifica la supuesta libertad del ser humano, ese famoso “libre albedrío”, la maldad de los accidentes? ¿Acaso pensar que una supuesta vida después de la muerte va a recompensar a los justos y castigar a los injustos es razonable?

Respeto a las personas creyentes, igual que puedo respetar a quien no piensa como yo en otros ámbitos, pero soy incapaz de entender cómo se puede justificar ese tipo de situaciones con fe. A mí, desde luego, ver ese tipo de cosas es lo que me hizo perderla.

¿Te hace peor persona no tener fe? Supongo que dependerá del caso. Habrá quien piense que si no hay “justicia final” tras la muerte puede hacer lo que le venga en gana y dañar a sus semejantes de cualquier forma porque no tendrá consecuencias. Sin embargo conozco gente así a montones, y no todos son ateos ni mucho menos, hay monstruos tremendos de misa semanal. Por otra parte, también habrá quien piense que si no hay un paraíso tras esta vida tendremos que intentar estar aquí lo mejor posible, y eso solo se conseguirá si todos arrimamos el hombro. Cada cual reacciona de acuerdo a su naturaleza.

El sentimiento religioso es muy fuerte en mucha gente, y a gran parte de la población le ayuda a ser mejores personas, aunque solo sea por miedo al castigo del día después. También es, junto al amor, la mayor fuente de creación artística de la Humanidad hasta la fecha, y aunque solo sea por eso tiene lógica respetarla, siempre y cuando no intente imponer sus criterios a los demás, cosa harto complicada en uno y otro sentido.

Obviamente el mismo sentimiento que hace que una persona entregue su vida al servicio a los demás, en un hospital, una misión o lo que sea convierte a otros taladrados en asesinos de masas en nombre de su fe. Pero si no mataran por su Dios lo harían por su bandera, por su equipo de fútbol o por su licor de manzana favorito. Chalados los hay para todas las causas.

Al final se trata de respetarnos unos a otros y de no menospreciar a los demás por sentir que hay un poder superior que nos vigila, o de no menospreciar a los demás por sentir que no hay un poder superior que nos vigila. Cada cual es muy libre de pensar lo que considere oportuno.

Lo importante no es la fe, sino la persona que la profesa ¿Qué quieren que les diga?, hoy estoy filosófico.

1 comentario:

  1. Lo importante,son muchas cosas,la fe, las personas, el amor, el respeto a los padres,a los hijos...a todos los compañeros que caminan junto a nosotros en el largo o corto sendero que nos tocará vivir,pero hay mucho más.
    Como bien dices el sentimiento de tener a Dios de nuestro lado, pase lo que pase,nos reconforta; está arraigado en nuestro ADN, está impactado en nuestro interior,sea por la educación recibida,sea por la herencia de nuestra civilización cristiana,tenemos un hueco en nuestro interior, donde situamos todo lo bueno, lo noble , lo integro del ser humano; sin esa fortaleza nos sentimos vacios.
    Es muy dificil para quien cree en Dios, pensar en vivir solo en las tres dimensiones:biológica,social y psicológica.
    El ser humano tiene una capacidad potencial de sensibilidad, creatividad, de discernir, de cooperar....y también de todo lo contrario, y en esa libertad de elección,hacia un lado u otro, para saber hacia donde deberíamos inclinar la balanza, y cual será una buena actuación ante la vida,dependerá de nuestro bagaje interior,cuando nacemos estamos todavía por escribir(tábula rasa,J.Locke) de nuestra formación en un amplio sentido,y ahí aparece nuestra conciencia crítica.
    Por otro lado, la explosión de la vida es tan grandiosa e impresionante, que hasta la sopa primigenia de Oparin necesita de unas reacciones para poder explicar comó se creó la primera materia orgánica(y solo hablamos de proteinas y Adn).
    Me parece muy tasativo decir soy ateo, agnóstico....con tantas dudas por resolver.
    Yo la verdad es que siento a Dios, aunque algunas veces no me acuerde lo suficiente de él.
    Sofía López Linares

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