jueves, 30 de mayo de 2019

La decisión de Rubén

Pues buena falta le va a hacer tenerlas claras, porque no todo es tan fácil.

Todas las miradas están puestas en él, y lo sabe. Rubén Arroxo es el político del momento y, a pesar de que el BNG es una organización “asamblearia”, dudo mucho que sus correligionarios desautoricen su opinión, que a día de hoy tiene el halo de la infalibilidad papal a la vista del resultado en las urnas. Cualquier congreso, reunión o aquelarre tiende a dar un apoyo sin fisuras al líder… cuando las cosas van bien. Otra cosa es cuando pintan bastos.

Desde luego lo que no se comprendería es que desde el BNG apoyasen un nuevo cheque en blanco al PSOE y que permitiesen un nuevo gobierno en minoría para después estar metiendo palos en las ruedas cuatro años más. Nada podría avalar ese argumento y menos aún si se tiene en mente el bien de Lugo.

Arroxo se enfrenta ahora a una decisión que parece que solo tiene dos caminos realistas: o abstenerse en las votaciones y permitir un gobierno en minoría del partido que ganó las elecciones, cosa harto difícil porque sus votantes jamás avalarían que se facilite la entrada del PP en cualquier institución, o entrar en una coalición de gobierno con Lara Méndez. No hay más.

Quizá toda esta falta de prisa por sentarse a pactar, o las declaraciones quitando hierro a la necesidad de entrar en el gobierno sean estrategia, publicidad, intentos de no parecer que su única opción es ser la muleta de los socialistas y así poder obtener más réditos en una negociación en que Lara Méndez sabe que la sartén tiene más de un mango. Rubén tiene cinco piezas del puzle pero ella tiene ocho, y se necesitan mutuamente.

Pero conociendo (más o menos) a Arroxo, creo que hay un componente adicional que hay que tener en cuenta: el sentidiño, que Rubén tiene en abundancia. Pactar con Méndez es algo que por un lado se asume con esa naturalidad con que se acepta esa unión, como dándola por sentada. Pero por otro, estoy seguro de que Arroxo desconfía de ser socio de un gobierno que no ha destacado por su diligencia en el despacho de los asuntos públicos. ¿Qué pasaría si pactan y dentro de cuatro años ve que todos sus proyectos se han diluido en el “dolce far niente” que caracterizó a la administración en estos cuatro años?

Supongamos, por ejemplo, que se pactan temas simbólicos como hacer la playa fluvial, o que se construirán las conexiones con el Miño que Rubén proponía desde el Parque de Rosalía además de la “pasarela con columnas dóricas” de la alcaldesa. Supongamos también que no se hace ninguna de las tres cosas, o que se hace solo la última… ¿entonces qué? ¿Apoyaría una moción de censura contra su propio gobierno y firmaría con el PP un documento para hacer alcalde a Ramón Carballo? Inconcebible.

La política no es tan sencilla, y lo que parecen ecuaciones claras a veces se complican con variables que impiden que dos y dos sean cuatro.

Tal vez el BNG debería empezar a plantearse que el PP no es Satanás y abrirse a opciones de coalición, porque curiosamente ambos partidos tienen en común algunas cosas. Claro que para el PP también sería un sapo a tragar con las cosas que se han dicho unos de otros, pero ya sabemos que por el poder todos tienen una extraña memoria selectiva que les permite olvidar las ofensas. Dudo que esto llegue a ocurrir a corto o medio plazo, pero el día que el Bloque se dé cuenta de que solo puede tener poder real para negociar si tiene más de una opción, cambiarán las cosas.

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