jueves, 27 de agosto de 2020

Diez gilipollas

 

Pues no, ya no podemos llamar así a la novela...

No es que nos estemos volviendo locos, es que ya lo estamos. La dictadura ha regresado en todo su esplendor y, lo que es peor, viene disfrazada de corrección con lo que es más difícil luchar contra ella porque te pueden llamar de todo menos guapo.

A la imbecilidad de eliminar Lo que el viento se llevó, la que es considerada en todos los listados como una de las mejores películas de todos los tiempos (si no la mejor) porque fomenta la esclavitud (se ve que hay gente que, tras ver la película, hay hordas de gente que está deseando ponerse a recoger algodón porque es muy divertido) ahora se une que en Francia han cambiado el título a Diez Negritos y lo han llamado Eran diez para evitar ofender a alguien. Pues a mí me han ofendido.

La tontería tiene la connivencia y complicidad de los herederos de Agatha Christie, que estará revolviéndose en su tumba porque si esta mujer no era sospechosa de algo es de ser retrógrada o carca, todo lo contrario fue alguien muy liberal y adelantado a su época a pesar de que describa como nadie una sociedad decadente y burguesa.

Que conste que esto no viene solo de ahora, sólo que pensé, inocente de mí, que estaban superadas ese tipo de chorradas. Diez Negritos cambió de título ya en los años 30 porque el término usado originalmente “niggers” tenía connotaciones peyorativas, pero tengamos en cuenta dos cosas, la primera es que el título viene de una canción infantil (que obviamente no ha cambiado) y la segunda es que ese cambio se hizo para la edición de Estados Unidos… si realmente queremos tener una sociedad como esa, tan sumamente hipócrita que se fija en los términos pero sigue siendo íntimamente racista, pues vamos por buen camino.

Lo que me sorprende es que no prohíban La lista de Schindler porque salen nazis divirtiéndose o La Historia Interminable porque fomenta el absentismo escolar para irse al desván a leer libros. También podrían cargarse El Quijote por burlarse de las enfermedades mentales, La Celestina por reducir el papel de la mujer a una vulgar “buscamaridos” o los Episodios nacionales de Galdós por enaltecer la guerra.

Podría decir que quienes proponen estas cosas son retrasados mentales, pero eso supondría insultar a los retrasados mentales y ser políticamente incorrecto. Habrá que decir que tienen “diferente percepción de la realidad social” o una memez por el estilo. Pues no, qué quieren que les diga, un gilipollas no es un tonto sublime, es un gilipollas y los que han propuesto esto lo son, pero no tanto como los que lo han tragado, aceptado, firmado e incluso legislado. Los Diez Negritos han sido sustituidos por diez gilipollas (o los que sean) que son cómplices de la barbarie cultural y, sobre todo, del páramo mental en que nos quieren instalar, el del discurso único y la Verdad absoluta que ya nos advirtió Orwell en 1984, libro que probablemente también se prohibirá por a saber qué chorrada, quizá que el Gran Hermano no es una Gran Hermana.

Intentar cambiar el relato del pasado, ocultarlo o esconderlo lo único que hace es que se ignoren los errores y se puedan repetir. ¿Acaso creen que estudiar el ascenso de Hitler al poder es una especie de culto al nazismo? ¿No será más lógico entender que hay que analizar cómo pudo pasar algo así en una sociedad avanzada como la alemana para prevenir que ocurra nuevamente? ¿Si estudiamos la figura de Napoleón (al que supongo que le quedan cuatro días en su panteón de Los Inválidos por dictador) nos van a entrar ganas de invadir Rusia? ¿Escuchar a Mozart nos convertirá en mujeriegos?

¿No sería más lógico que se educase a la gente para que tengan un espíritu crítico? No creo ni que sea necesario poner una nota en la edición de Diez Negritos en que diga “racismo caca”, simplemente se trata de que los lectores tengan la suficiente madurez como para entender que hablar de “negritos” no tiene por qué ser algo malo o peyorativo, todo está en la intención de quien lo dice y en la capacidad de comprensión de quien lo escucha, y de sus propios prejuicios claro.

No olviden que la censura siempre se disfraza de altura moral. Lo hacía la franquista, lo hacía la de la Santa Inquisición, y lo hace la actual censura progre que pretende forzarnos a aceptar disparates como éstos. ¿Y saben lo peor? Que es inútil, e incluso contraproducente.

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión sobre lo hipócrita que se está volviendo la sociedad...Desgraciadamente, el pensamiento crítico que se debe enseñar, ha sucumbido al poder de Internet con su política de cookies... Antes podías elegir que canal de televisión o emisora de radio ver o escuchar si no estabas de acuerdo con la información que te brindaba. Ahora,en el momento que lees una noticia en Twitter, Facebook, Instagram... el resto de noticias o información que leas serán afines a esta primera. Y el problema no es de la personas que ya tienen unos ideales formados, el problema viene en las nuevas generaciones y sus RRSS.

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