lunes, 26 de abril de 2021

El "asesinato" de libros como promoción cultural (o recordando el desastre de Cumulum)

La tristeza de un libro que acaba sus días mojado, estropeado o incluso quemado no parece la mejor forma de reivindicar la Cultura.

Está claro que no aprendemos de los errores, y que a veces, como colectivo, nos tragamos nuestras propias mentiras colectivas.

Estos días el PP escenificó una performance frente al cerradísimo Auditorio de Magoy colocando libros en una “biblioparada”, que se supone que es una forma de llamar la atención sobre el escándalo de estar décadas reclamando una instalación cultural para, una vez se entrega, entrar en un concurso de excusas baratas para no abrirlo. Esto es como el que está dando la lata a los padres para que le compren un coche de alta cilindrada porque no quiere seguir con su viejo utilitario y, una vez lo consigue, no lo usa porque no tiene para gasolina.

Pero más allá del tema de fondo que se pretende denunciar, la forma de hacerlo nos trae a la cabeza a algunos aquel fracaso colectivo disfrazado de éxito llamado Cumulum.

La idea era preciosa, y de hecho se había hecho en muchos otros lugares del mundo: cubrir de libros la Muralla para reivindicar su declaración como Patrimonio de la Humanidad. El problema es que aquella bonita iniciativa se convirtió en un disparate, en el triunfo de la forma sobre el fondo, en el engaño colectivo más convincente de las últimas décadas en Lugo (y eso que tiene varios competidores como el Plan Estratégico o la estafa de la Intermodal): la gente pensó que eso iba a ser algo más que una foto. No, no lo fue.

“Los libros se enviarán a países en vías de desarrollo”, se nos decía. Hubo gente que dio libros a los que tenía cariño porque pensó que iban a llegar a buen puerto, que una vez que fueran parte de un evento histórico que ayudaría a lograr el reconocimiento de la Muralla como Patrimonio, serían cuidadosamente retirados y embarcarían hacia el Nuevo Mundo para llevar la cultura a quienes no tenían la fortuna de disfrutarla. Pues no. Los mejores libros fueron robados (suponiendo que llegasen a ser colgados) y el resto acabó ardiendo en un vertedero, recordándonos al 10 de mayo nazi.

No hay mayor ultraje para la cultura que la quema de libros. Vale que muchos de los que adornaban la Muralla realmente no eran más que esos estudios que la administración imprime como si no hubiera un mañana y que nadie lee. De hecho Cumulum fue una fantástica oportunidad para muchas entidades públicas para vaciar los almacenes de un montón de volúmenes con los que no sabían qué hacer… y encima vendieron la moto de “colaborar con la cultura”, cuando es justo al contrario.

Pero más allá de esos libros “de relleno”, que fueron la inmensa mayoría, pienso en los libros que dieron los que tienen cariño a la letra impresa. Novelas, ensayos, libros interesantes que acabaron siendo pasto de las llamas después de servir a su verdadero propósito: la foto. Siempre la foto.

Veinte años después mucha gente sigue hablando del gran “éxito” de la iniciativa, cuando en realidad su fracaso desde el punto de vista cultural es inapelable. Se logró la puñetera foto, y no les digo que no ayudase a que la Muralla acabase entrando en el elenco de la UNESCO, pero si no entendemos lo que falló en el pasado es difícil no repetir esos errores en el presente, como ha ocurrido en Magoy.

El día del libro se celebra insultando al libro. De nuevo veo estudios que nadie quiere ni regalados, bolsas vacías… y libros mojados, estropeados, asesinados… A mí me produce una tristeza terrible, y desde luego no me parece la mejor forma de reivindicar la cultura.

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