El Parlamento de Cataluña prohibió ayer los toros en esa Comunidad Autónoma. El argumento básico de los antitaurinos es la crueldad de la llamada Fiesta Nacional.
Francamente, no me gustan los toros. Nunca he ido y no comprendo el arte del toreo, al igual que se me escapa el mérito de los cuadros de Tàpies o de los platos de Ferrán Adriá, pero tampoco prohibiría estos últimos, aunque creo que rayan en la estafa. Como liberal creo que las prohibiciones hay que tasarlas muy mucho. No estoy a favor de los toros, pero creo que prohibirlos es un error. El camino es el de convencer a la gente de que es un espectáculo bárbaro y cruel, y si el público da su espalda al “arte” taurino desaparecerá por sí solo.
Se puede argumentar que Adriá no tortura a nadie, al menos a nadie que no pague por ello, y es cierto, pero lo que me preocupa no es que el argumento de si se tortura al toro es cierto o no, que claro que lo es, sino llevar ese argumento a sus consecuencias lógicas. Me gustan mucho los animales, y siento mucha ternura por un cachorro de Golden, pero no olvido que son animales, no seres humanos. Todas esas personas que lloran por la muerte de un toro deberían visitar una granja cualquiera donde se produce la leche que bebemos con el café o la carne que nos comemos en forma de chuletón.
La vida de una vaca, un cerdo, un pollo o una gallina es espantosa. La mayoría de esos pobres bichos no ve la luz del sol más que cuando hay un agujero en el techo de sus establos, y normalmente pasan su vida encajonados entre barrotes de metal que apenas les dejan espacio para moverse. Mueren de forma violenta, tras un corto viaje en camión, tipo Auschwitz. Sin embargo, no veo al Parlamento de Cataluña aprobando una iniciativa prohibiendo estas prácticas a vacas, terneras y pollos. Quizás porque saben que si lo hicieran, los costes aumentarían espectacularmente y subirían los precios de carne, huevos y leche, lo que sería impopular y muy difícil de sostener.
Si creyera en la reencarnación y pudiera cubrir un formulario, pediría reencarnarme en toro de lidia antes que en vaca o pollo. Mi vida sería la de un ser privilegiado, mimado y con un final cruel. La otra opción sería vivir maltratado, aislado, encajonado y con un final cruel.
Entiendo que se prohíban las corridas de toros. El hecho de ser una tradición, como argumentan algunos, no es suficiente. La ablación es una tradición en algunos países (por cuestiones varias) y no por eso se debe de permitir. El argumento de que otros animales sufren más para darnos gusto a nosotros, los humanos, tampoco lo encuentro correcto. Si que sufren, pero de su sufrimiento no se hace una fiesta donde la gente va a ver como sangran, se les pinchan y mueren, no siempre de la forma menos dolorosa. Creo que el hecho de prohibir las corridas ha sido un error, se debería de haber prohibido la forma actual de las corridas españolas, con la tortura del toro con las banderillas, el pincharlo desde el caballo y su muerte después en público. Creo que hay otras formas de torear, sin maltratar de esta forma al animal, y debería ser esa forma la que la gente tendría que pedir, y estaríamos todos contentos. Los organizadores de la fiesta taurina, los verdes, pacifistas, ecologistas, protectoras de animales y los que están a favor y en contra. Todo es saber llegar a un punto medio. Y también nos ahorraríamos las indemnizaciones que los organizadores quieren pedir por la supresión de esta fiesta nacional. Que ahora dicen que genera un montón de dividendos. Y así también mantenemos esas ganaderías de toros de lidia que sin las corridas verían también peligrar su existencia. SI a las corridas de toros, NO a su maltrato.
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