La prensa de hoy recoge dos noticias que, aparentemente, no tienen vinculación alguna pero que mi retorcida mente ha unido de inmediato. Cosas de la psicología.
La primera, buena noticia para Galicia, es que el Gobierno de Portugal y la Xunta de Galicia han firmado un convenio por el que se soluciona, por fin, el tema de los peajes de las autovías lusas. El problema estaba en que hace poco a los portugueses les ha dado por cobrar peajes en las autovías (cuando veas las barbas de tu vecino pelar…) pero sin poner cabinas ni pago en efectivo o con tarjeta. El único sistema era comprar un aparato de telepeaje que además de costar un riñón no estaba disponible en España, con lo que o te ibas por carreteras secundarias o te quedabas en casa si no te querías exponer a una cuantiosa multa. Ahora, gracias al acuerdo, no sólo se podrá comprar un aparato mucho más barato que se recarga con dinero en plan móvil de prepago, sino que además se podrá comprar otro similar al ViaT que tenemos aquí en los bancos españoles. En un año ambos aparatos tendrán que ser compatibles.
Lo llamativo es que este acuerdo prevé su implantación en toda España. Es decir, que aunque la firma estampada es la de un Conselleiro de la Xunta de Galicia, se han molestado en hacer que se beneficie todo el territorio nacional.
La otra noticia es el comienzo de la campaña electoral en Cataluña. El aún presidente Montilla, al que por lo que se ve le quedan dos telediarios en el cargo, ha publicado sus líneas maestras para los próximos cuatro años de gobierno que no va a disfrutar. Lo principal, por supuesto, es el Estatut. La frase lapidaria es: "El Estatut, todo el Estatut y nada más que el Estatut". Ahora va mi pregunta: cuando dice “todo el Estatut”, ¿se refiere al aprobado o al vigente una vez recortado por el Constitucional?. Viendo los antecedentes del señor Montilla parece que a lo que se refiere es a lo primero, ¿verdad?. En ese caso, ¿está diciendo que va a defender las partes del Estatut que van contra la Constitución según el TC? Porque si es así alguien debería tomar medidas e inhabilitar a este señor, principalmente porque cuando prometió su cargo en el lote iba la defensa de la Constitución. Si no le gusta, que se haga ocupa y antisistema porque las reglas son las que son.
Ambas noticias me parecen buenos ejemplos de cómo se pueden entender las peculiaridades de cada una de las regiones de España. En Galicia los votantes han rechazado un nacionalismo feroz al que nunca habían elegido. El pacto del anterior gobierno bipartito, entre nacionalistas y socialistas, aupó al BNG a una cota de poder que las urnas no le dieron. Un voto al PSOE no es un voto al BNG, y viceversa, lo que pasó factura a un gobierno nacional-socialista que no sólo no convenció, sino que tuvo como mayor logro político el devolver la mayoría absoluta al PP en tan sólo un mandato. Es un record como otro cualquiera.
Galicia tiene una personalidad muy fuerte, pero también muy propio. No somos nacionalistas, somos gallegos de una Galicia española. Nos enorgullecemos de nuestro mar, que tenemos claro que acaba en Ribadeo, pero también sacamos la bandera de España cuando gana la selección sin que se nos mire mal como en País Vasco o Cataluña (véanse las declaraciones de Artur Mas sobre su “alegría privada” por la victoria de la selección). La mayor manifestación cultural de Galicia, el Xacobeo, está basado en el espíritu de compartir lo nuestro con los demás, con unir pueblos a través de una ruta. No es casual. El apago del gallego a su tierra, que nos genera “morriña” cuando estamos ya a la altura de Ponferrada no resulta en una guerra entre “nosotros y el resto”, y esa es la clave.
Esta tierra ha sido dejada a la mano de Dios durante siglos por muchas razones. Hasta Franco fue un dictador que estuvo cuarenta años en el poder y se olvidó de la Galicia que le vio nacer. Estamos en una esquinita de Europa, somos el “finis terrae”, el fin del mundo, y se nota. Con la democracia parece que la cosa empieza a pintar mejor, pero en ningún momento, ni en el peor, Galicia ha sido independentista. Hace por lo menos 2.000 años que existe el concepto territorial de Galiciae, pero dentro de una Hispania.
“Galicia is different” en una España que también lo es, pero esa diferencia gallega no es exclusión, sino riqueza. No se traslada a un ámbito político, sino que es cultural y, más aún, un tema de personalidad.
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