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miércoles, 9 de febrero de 2011

El Alcalde-Presidente

Lo que antes en este país era un Alcalde, normal y corriente, ahora es Alcalde-Presidente, ya que además de ser la cabeza del municipio se entiende que preside una corporación municipal. Aunque no me gustan esas cosas, y entiendo que con lo de Alcalde es más que suficiente, creo que en este caso es algo revelador. Nos da la idea de que estamos en un sistema personalista y presidencialista, lo que no es legalmente exacto pero que está aceptado por nuestra sociedad.

Bastones Cada vez estamos más inmersos en un sistema político que no era el previsto en la Constitución. Se trata de una perversión en dos sentidos: por un lado, la democracia no existe como tal, sino que se ha reducido a una “partitocracia”, donde son los principales partidos políticos los que deciden nuestros destinos sin tener oposición alguna por una sociedad civil anestesiada, subvencionada y aborregada. Por otro, se nos vende un sistema presidencialista que no es realmente así, y cuando votamos en las elecciones creemos que estamos eligiendo a Rajoy o a Zapatero, a Feijoo o a Touriño, a Castiñeira o a Orozco… y no es cierto.

En España tenemos un sistema parlamentario, a todos los niveles: tanto en el Estado, como en las Comunidades Autónomas como en los Ayuntamientos (en estos últimos con leves particularidades) en que no votamos a la persona, sino a la lista de un partido. Rajoy o Zapatero no se presentan a las elecciones en Lugo, sino que elegimos a unos diputados que representan a nuestra provincia y éstos, a su vez, eligen al Presidente del Gobierno o de la Xunta.

En mi opinión hay que modificar el sistema electoral. Como propuestas creo que hay dos viables y razonables, la presidencialista y la de listas abiertas:

Sistema presidencialista:

La idea sería que no eligiéramos a una lista, sino directamente al Alcalde y que, en función de los votos, a cada partido se le asignen unos concejales. Sería el cabeza de lista, es decir, el Alcalde y los portavoces de cada partido, los que elegirían a los concejales y los cesarían a voluntad manteniendo el número que les toque por la votación. ¿Es menos democrático?, yo creo que no, simplemente es más presidencialista. Por ejemplo, el Presidente del Gobierno o el de la Xunta pueden nombrar y cesar a los ministros y conselleiros con total libertad, aunque en ese caso hay un Parlamento detrás y en lo municipal coincide que los concejales son gobierno y pleno al mismo tiempo.

Listas abiertas:

El sistema de listas abiertas a nivel municipal es la otra opción, totalmente lógica. Que se presente quien quiera, que se agrupen en partidos o vayan de forma independiente, que nos den la opción de elegir a cada persona… todos nos conocemos en los sitios pequeños y podríamos poner la crucecita donde queramos. El que quiera elegir a todos los de un partido que lo haga, pero al menos que nos den la opción de “a tal partido sí, pero sin fulano de tal (o fulana, no seamos sexistas aunque suene mal)”.

No parece razonable que los concejales, diputados y parlamentarios sean dueños de sus actas, ya que no les han elegido a ellos sino a su partido y sus programas. Si hubiera un sistema de listas abiertas sería diferente, ya que votaríamos a la persona, no al programa electoral, y las campañas serían mucho más entretenidas. Veríamos a cada aspirante a concejal defender sus posturas sin escudarse en “bueno, es que el Partido ha decidido que…”. Incluso habría alguno que diría, “yo voy con tal partido, pero en este tema no estoy de acuerdo” y si la gente lo acepta veríamos curiosas combinaciones.

El transfuguismo:

Ya que estamos, las listas abiertas cambiarían el concepto del transfuguismo, hoy demonizado. Si elegimos a las personas, éstas defenderán sus ideas, no las de un partido. En líneas generales está claro que seguirán la corriente de una agrupación, pero podría haber excepciones sin que por eso sean tachados de traidores.

Uno de los mejores políticos de la historia, Sir Winston Churchill, cambió varias veces de partido para ser fiel a sus propias ideas. Cuando le preguntaron contestó que “Es la política de los partidos la que ha cambiado, no la mía”. Tenía bastante razón, y en un mundo como el de hoy, en que estamos dando bandazos ideológicos, lo normal sería votar a personas, no a siglas.

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