Hay que tener claras las escalas de valores. Cuando uno está en política, debería establecer un baremo y ver hasta dónde está dispuesto a llegar para desprestigiar al contrincante (normalmente los de los demás partidos son adversarios, los enemigos suelen estar en casa). En estas escalas, hay que situar bien separadas la incompetencia y el delito, acusando de una cosa u otra según corresponda y también midiendo las pruebas que se puedan aportar de lo que se dice. Es fácil acusar de incompetencia, ya que en todo hay fallos y se pueden aumentar los errores de un gobierno, pero cuando el tema va por lo delictivo hay que tener pruebas algo más contundentes.
El señor Pachi Vázquez, mandamás de los socialistas gallegos, ha dicho que “Feijóo y el narcotráfico andan ahí, ahí”, y se ha quedado tan ancho. Acusar al Presidente de la Xunta de Galicia de un compadreo más o menos directo con los narcotraficantes debería ser delito. Si hay pruebas de tal vinculación es argumento suficiente como para derribar al Gobierno, pero tales pruebas no deberían ser expuestas a la prensa sino a los juzgados competentes. La rueda de prensa se debería dar al salir de poner la denuncia correspondiente y del estilo de “acabamos de entregar en el registro del juzgado tales pruebas que demuestran la vinculación del Presidente de la Xunta con el narcotráfico”. Todo lo que se salga de esto, es una auténtica temeridad, sino una calumnia que también pasará en su momento por el juzgado.
Lo que el señor Vázquez no aclara es si ese titular lo ha generado para tapar sus delitos urbanísticos. Esto si que son cosas demostrables, ya que pidió una licencia para una serie de obras menores en su pazo (vamos, la típica chabolita de dirigente de izquierdas, ¡oh proletarios!) y se puso a meter habitaciones y metros cuadrados a porrillo.
La cosa política se está desprestigiando a pasos agigantados, sobre todo gracias a estos payasos de circo que, por ganar un titular, son capaces de cualquier cosa. El mismo señor Vázquez acusó a la Xunta de presionar a los médicos para dar altas, y a éstos de aceptar la presión, sin prueba alguna. Le salió bien la jugada, ya que la cosa quedó en nada y nadie lo llevó al juzgado. Supongo que habrá quien le dé veracidad al asunto, porque oye, tú difama que algo queda. Tal vez sea malo judicializar la vida política, pero peor es permitir que cada uno diga lo que le venga en gana sin tomar cartas en el asunto.
Desde que en España los debates políticos son más seguidos en “La Noria” que en los programas serios, la cosa se va a pique irremediablemente.
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