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miércoles, 27 de julio de 2011

De profesión: abuelo

Si hoy construyéramos una pirámide no tendríamos que recurrir a los judíos, como hicieron los faraones hasta que Moisés le hundió el negocio. Tenemos a los abuelos. Uno de estos “días de” que están tan de moda se ha dedicado recientemente a los abuelos, y en el telediario nos han plantado estadísticas de que se pasan seis horas diarias de media cuidando de los nietos… aberrante. No me parece mal, por supuesto, que unos abuelos cuiden de sus nietos o que estén muchas horas con ellos, sólo faltaría. Lo que no veo tan correcto es que tengan la obligación de hacerlo por economía, por comodidad o porque sus papás no se han molestado en buscar otra alternativa.

Vaya por delante que no me considero un ser vivo: no tengo hijos ni entra en mis planes reproducirme, con lo que no encajo en la clásica definición (nace, crece, se reproduce y muere). Lo que quiero decir es que lo que comento lo hago desde fuera, sin que me afecte personalmente lo que me hace más objetivo o menos comprensivo según se vea.

Más sobre abuelos Mi generación no ha sido educada para tener hijos, sino para vivir como pachás. Cuando personas que están la treintena se plantean contribuir a la perpetuación de la especie estoy casi seguro de que, con las excepciones de rigor, ni se piensan en dónde se están metiendo. Para ellos es casi como comprarse un golden retriever, con la ventaja de que al golden lo abandonas (¡quién puede abandonar a un golden con esos ojitos que ponen!) y no te metes en un lío penal por el momento, aunque puedas pagar multa.

Eso hace que cuando llega la hora de la verdad escurran el bulto con una facilidad pasmosa. No estoy hablando de los padres que trabajan y que en ese tiempo se buscan la vida como pueden, aunque yo soy de familia pionera en eso: los dos trabajaban, y en hostelería, que todo el mundo conoce sus horarios, y a mi me criaron mis padres, no mis abuelos. Me refiero a la gente que tiene más morro que espalda con la complicidad, o el consentimiento, de los abuelos. Esa gente que se marcha de fin de semana y deja a los niños con los abuelos “porque necesitamos tiempo para nosotros”, o que sale de copas sábado sí, sábado también, o que se van (lo más grave) quince días de crucero al Caribe dejando a los niños tirados.

Me parece realmente incomprensible que alguien tenga hijos para luego hacer eso. Lo que es obligado vale, pero si es para salir de jajá, pues hombre, llévate a los críos. Si de algo hay que mentalizarse es de que un hijo cambia la vida. Sí, es de perogrullo, pero parece que hay quien no se lo piensa antes de ponerse a ello y luego le cuelga el muerto a los abuelos.

Un abuelo de hoy no es como el de hace 20 años. Antes a los 70 años uno era un venerable ancianito que, como mucho, hacía una escapada en autobús a Benidorm a echar un pié a la pista de baile para luego volver a Lugo y vestirse de colores oscuros para sentarse a tomar el sol en un banco de la calle. Las cosas han cambiado, como es normal, y la jubilación (cada vez más lejana en lugar de más cercana, quién lo iba a decir) abre las puertas a una nueva juventud. Con 70 años las personas están más activas que antes, y hacen una vida llena de excursiones, actividades, aficiones e incluso deportes. Eso sí, si tienen nietos les toca pringar.

“¡Es que si no no nos arreglamos!” dicen muchos. Me recuerda a cuando dicen que un piso en Lugo cuesta 30 millones (sigo hablando en pesetas, ya lo saben). Hombre, el piso que tú quieres a lo mejor, pero hay muchos pisos en Lugo que no llegan ni a los 10 millones así que todo es relativo en esta vida. También un Audi cuesta lo que cuesta y nadie dice que “un coche cuesta 15 millones”.

Vaya una cosa por otra: los abuelos de hoy están empezando a escapar como del fuego de cuidar de los nietos a golpe de pito, pero también son menos dependientes que antes y se valen más por sí mismos. Es lo que hay, así que a ver cómo nos apañamos. Se pueden hacer profesionales y meter un nuevo código profesional. Suena a cosa de japoneses tener a personas mayores que se alquilen por horas. De profesión: abuelo. Pero cobrando, oiga.

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