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viernes, 19 de agosto de 2011

Debate sobre el estado de la Administración

El debate de las Diputaciones no es nada nuevo, aunque se ha puesto de moda porque la crisis hace que se intente recortar por todas partes, y desde luego los órganos provinciales es obvio que se perciben como algo superfluo en el mejor de los casos.

En este país nuestro no hay debate que se haga con rigor y seriedad. Uno toma partido alegremente por una opción sin analizar las cosas con un poco de frialdad, y luego pasa lo que pasa, que nos encontramos con contradicciones o intentamos apoyar con hechos nuestras teorías. Decía Conan Doyle, a través de su archiconocido detective Sherlock Holmes que es un craso error hacer teorías sin examinar los hechos, ya que se tiende a deformar estos últimos para justificar la idea preconcebida.

Vamos a dar un pequeño repaso a las dos principales teorías, descartando ya la de que hay que mantener las Diputaciones como están, que es no lo sostiene hoy nadie. La primera es la de su desaparición, ahorrándonos los millones que cuesta mantenerlas, y la absorción de competencias por parte de Autonomías y Ayuntamientos, fusionando estos últimos si son pequeños para que puedan ser de un tamaño que les permita ejercer esas competencias. En aquellos casos en que no se pueda, por lo que sea, fusionar municipios se trataría de mancomunar servicios (es decir, hacer una especie de asociaciones de municipios para organizar los servicios). Este enfoque, defendido por Pepe Blanco (lo cual ya es un punto en contra de entrada) es el más simplista de los dos, ya que se basa en dos percepciones: que las Diputaciones son oscuros agujeros de dinero y que no sirven para nada, y su solución es cargárselas sin más. ¿Dónde está el error? en mi opinión en tres puntos:

  1. Confunde el mal funcionamiento de la institución con la institución en sí misma. Que una cosa no esté bien organizada no quiere decir que tenga que desaparecer.
  2. La fusión de municipios no soluciona nada. Pongamos el caso de Galicia, donde los municipios ya son muy grandes en extensión, pero con una población muy dispersa. Si fusionamos, por ejemplo, tres municipios ya grandes tendremos uno gigantesco con la población desperdigada, con lo que no hay una mejora en la relación población/servicios.
  3. Mancomunar servicios de ayuntamientos pequeños es una tontería. Es más lógico que la Diputación se encargue de prestar esos servicios. ¿Porqué? porque si mancomunamos ayuntamientos pequeños, y por tanto, de escasos medios, lo que hacemos es que se agrupen los “pobres”. Si por el contrario la Diputación presta el servicio se redistribuye la riqueza, y los ayuntamientos “ricos”, a través de la Diputación, tendrían que colaborar con los “pobres”.

La segunda teoría, que es la que yo apoyo, es la de que hay que mantener las Diputaciones pero en un sistema administrativo reformado al completo. Hay que hacer un debate sobre el estado de la Administración, porque no hay que modificar las Diputaciones, hay que modificar el sistema entero. No tiene sentido tener un montón de administraciones superpuestas haciendo todas lo mismo. ¿Qué es lo que hay que cambiar? pues como mínimo lo siguiente (hoy tengo el día esquemático, va por puntos la cosa):

  • Asignar cada competencia a una única administración. No puede ser que haya competencias en servicios sociales en todas las capas, o en cultura o en lo que sea. Destinar recursos de todo el mundo a lo mismo es absurdo, porque se falsean las necesidades y las aportaciones. Que haya guarderías, bibliotecas, oficinas de empleo, museos o centros de día municipales, provinciales, autonómicos y estatales es absurdo. Una sola administración por competencia.
  • Enlazado con lo anterior, prohibir el ejercicio de competencias impropias. El Ayuntamiento de Lugo, por ejemplo, presume de haber gastado mil millones de pesetas (6 millones de euros) en empleo, cuando no tiene competencias en ello. Ese dinero debería haberlo gastado en lo que tiene asignado, que está como está.
  • Aclarar y en su caso modificar el sistema de elección del gobierno de las Diputaciones. Si se considera que es una especie de asociación de municipios, que es lo que es ahora, el sistema actual es válido: se elige por los concejales de la provincia. Pero no por partidos judiciales, sino por ayuntamientos. Un ayuntamiento, un voto.
  • Poner techos de gasto a todas las administraciones y prohibir el endeudamiento, al menos con la alegría que hay ahora, de ayuntamientos, diputaciones, autonomías y del propio Estado. No es sostenible un sistema que cada vez debe más y más dinero y que paga intereses emitiendo más deuda pública.
  • Aunque creo firmemente en la independencia local, poner límites a ciertas cosas como creación de entes privados, sueldos, número de funcionarios…y cuando digo funcionarios me refiero tanto a los “odiados asesores” como a funcionarios “de carrera”. No es lógico que un Ayuntamiento decida cuántos funcionarios necesita sin límite. No hablo de asignar un número exacto, sino de poner límites máximos.

Son pinceladas, pero creo que por ahí han de ir los tiros. En cuanto a las Diputaciones, no creo que sea mala su existencia sino su funcionamiento. Si se utilizaran como “asociación de municipios” ayudando a los más débiles a ejercer sus competencias, creo que serían muy positivas.

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