Peli de terror en la estación de autobuses

A veces uno cuenta las cosas y parece que se las inventa para poder justificar un argumento, pero de veras que no. El otro día fui a la estación de autobuses de Lugo a acompañar a un amigo que iba a coger el autobús al aeropuerto de Santiago y, de paso, a comprar unas botellas de vino de Galicia en el Mencía Mencía para llevárselas de recuerdo.

Estábamos allí, viendo las botellas, cuando se nos acercó una chica con cara de susto y nos pidió si por favor le podíamos acompañar a ella y a una amiga hasta las taquillas, porque tenían miedo. Juro solemnemente que fue tal cual lo cuento. La buenas mozas eran de fuera de Lugo, y no se habían fijado en que hay un acceso directo desde la cafetería a la zona de taquillas, pero en cualquier caso las acompañamos. Una de ellas temblaba como una hoja. Tenían miedo porque había cuatro o cinco tíos con mala pinta merodeando por allí y, aunque soy poco amigo de las paranoias, había dos que sí que me parece que estaban echándoles el ojo, no sé con qué intenciones, si de darles un tirón al bolso o proponerles una cita con un ramo de rosas. Lo segundo lo dudo.

Sinceramente, me pareció una exageración el miedo que pasaron, pero tal vez porque yo soy de Lugo y estoy acostumbrado a la facha que sufrimos en la estación de autobuses y sé que la policía está a 50 metros. Para una persona de fuera de la ciudad, que no sabe hasta qué punto la seguridad del recinto responde a su pinta, entrar ahí debe ser como protagonizar una peli de terror en la estación de autobuses, como meterse en un cementerio a las 11 de la noche a pelo, sin crucifijos, agua bendita o un mal ajo protector.

Lo grande es que está renovada, la han pintado y ya no tiene ese aspecto de antes, de que se te va a caer encima de un momento a otro. Ahora sólo es cutre. No sé cómo se gestionan los espacios, porque es sorprendente que un lugar tan céntrico tenga tantos locales vacíos y, desde hace ya años, cerrada una parte de su zona pública, concretamente la sala de espera que está encima de las taquillas y que servía de dormitorio a muchos “sin techo” de Lugo.

Con la vocación de servicio público de este blog, voy a dar idea para solucionar el problema de la estación, al menos hasta su futuro derribo cuando se construya (un siglo de éstos) la intermodal. Ya que se va a rehabilitar la antigua cárcel para cosas culturales y la policía nos la van a llevar a donde Cristo perdió el gorro, sería buena idea dejar una oficina de policía en el centro. ¿Qué les parece en la estación de autobuses? Anda que no hay espacio ahí muerto del asco. Podrían poner una pequeña comisaría de policía aprovechando parte del espacio, por ejemplo toda la zona que está entre las dársenas y las paradas de taxis, trasladando los dos negocios que aún quedan abiertos a otra parte de la estación. Será por metros.

También sería positivo reabrir la parte de encima de las taquillas. Se podría abrir una cristalera hacia la calle para dar luz y montar ahí una buena terraza gestionada por el que lleva la cafetería de la estación. Todo esto son medidas razonablemente baratas, y que conseguirían darle un aire no sólo a la estación, sino a la zona entera.

Pocas ciudades tienen la fortuna de contar con una estación tan accesible y céntrica. Eso es bueno tanto para los lucenses, que podemos coger el autobús con mucha facilidad, como para los de fuera, que llegan directamente al cogollo de Lugo. Esto va a durar hasta que, insisto, se construya la intermodal, que va a trasladar a la estación de tren todo el chiringuito de los autobuses. Es un error, en mi opinión hacer ese cambio, pero a nuestros representantes les asustan las ideas un poco atrevidas como llevar el tren, y la intermodal, a donde está ahora la de buses, o simplemente creen que Lugo no merece la pena como para gastarse tanto dinero.

En fin, a corto plazo, sigo con la idea de poner policía en la estación de autobuses. A ver si así al menos no tengo que volver a acompañar a unas pobres chicas a por su billete de bus aterrorizadas como estaban éstas.