Fiesta en el PSOE

Ayer por la noche empezó la campaña electoral. El PP, IU, BNG y demás fuerzas comenzaron con sencillos actos en lugares públicos, con algo de megafonía, música y banderas, que es lo que toca. El PSOE montó una carpa, invitó a empanada, pinchos y vino, y montó un escenario que de barato tiene poco.

Las preguntas iniciales son dos: ¿En un momento de crisis como el que vivimos creen que realmente el mensaje adecuado en campaña es el del despilfarro montando un escenario para una hora de mitin? Y la segunda es ¿qué demonios celebraba el PSOE con tanta alegría y tanta fiesta? ¿Los datos del paro? ¿La crisis del euro? ¿que el caso de Blanco vaya al Supremo porque, ahora sí, hay indicios de corrupción según el juzgado? Pues parece que al PSOE se le acaba la fiesta.

El caso Campeón, en que se acusa a José Blanco de cobrar comisiones ilegales, dio un salto cualitativo muy relevante al entrar en el Tribunal Supremo, a dónde lo envió la jueza que se encarga del tema porque ve indicios de tráfico de influencias, entre otras cosas. Ya no hablamos de las acusaciones de Dorribo, ni de suposiciones, hablamos de indicios apreciados por una jueza de la que se presume imparcialidad.  Hasta el momento al menos la ha demostrado.

Curiosamente, la fiscalía está intentando torpedear las decisiones de la jueza para echar tierra sobre el asunto. Hay que tener en cuenta que la fiscalía no es objetiva, y que es una institución piramidal (es decir, el fiscal inferior debe obediencia al superior) y que el vértice de la pirámide es nombrado por el Gobierno, del que es miembro José Blanco. No ocurre así con los jueces, que tienen independencia garantizada por las leyes y, sobre todo, por la Constitución.

Blanco, que se alzó como la voz más dura contra casos como el de Camps, azote de la corrupción, paladín de la transparencia, adalid de las listas libres de sospecha… está sufriendo ahora las consecuencias de echar la lengua a pacer. Es algo que suele pasar cuando uno tiene una falsa sensación de impunidad, cuando cree que controla todos los resortes y que no hay forma de acabar con su buena estrella. Suele pasar a los nuevos ricos, sobre todo cuando su riqueza es obtenida de manera poco clara.

En esta ciudad, en la que nunca pasaba nada, por lo visto pasaba de todo. Putas, chulos, chinos, multas, subvenciones, amigos, enemigos, zancadillas, trapicheos y demás parece que estaban a la orden del día mientras el ciudadano de a pie sospechaba impotente lo que se cocía, pero sin más prueba que el rumor.

Parece que las cosas se olvidan, pero no podemos dejar de recordar que aquí tuvo que dimitir nada menos que el subdelegado del gobierno (la mayor autoridad política del Gobierno central en la provincia de Lugo) por un caso que aún no está muy claro, el jefe provincial de tráfico, y alguno más que se marchó por “causas personales” pero que parece ser que estaban más relacionadas con asuntos oscuros que con querer vivir su vida sin ajetreos.

Blanco, el que ayer estaba de fiesta invitando a empanada y vino, ya no es tan inmaculado. Ahora ya parece un poco más gris, e incluso quizás sea más bien negro, el color de la corrupción. Si quería conseguir ser el número uno en algo lo ha conseguido: es la primera vez que un Ministro es llevado ante el Supremo por un caso de Corrupción. Felicidades, ha entrado en los libros de historia, aunque seguramente no como quería.

Sólo me queda una pregunta: si el que estuviera en esa situación fuera el candidato del PP, ¿no creen que el propio Blanco estaría en los medios gritando a pleno pulmón que queremos listas limpias? Pues ahora ya no hablamos de quimeras. Señor Ministro, está usted en el Tribunal Supremo. Ya sabe lo que le toca según la doctrina Blanco.