Que las malas noticias son más noticia que las buenas lo sabemos todos. Los titulares de “guerra” son siempre más grandes que los de “paz”, a pesar de que esta última palabra, al ser más corta, se presta mejor a poner el tipo de letra más gordo. De la misma manera, un asesinato siempre ocupa más espacio que un salvamento, o un divorcio sonado el doble que una boda de alto copete.
Con el clima pasa lo mismo. No hay grandes titulares que digan “hace un tiempo razonable para la época en que estamos”, pero sí se nos inunda de alertas rojas, naranjas y otros colores chillones cuando el termómetro baja de 5 grados de máxima, dependiendo de las zonas. Con el rollo de que “más vale prevenir”, nos ponen la cabeza como un bombo con mapas azules que dan frío con sólo mirarlos y acojonan a la gente de tal manera que los niños no van al cole y nos falta muy poco para poner tablones en las ventanas como hacen los estadounidense en las películas cuando viene un tornado. Luego resulta que no es la cosa para tanto, y no sólo eso sino que muchas veces todo se queda en un temporal de los que aquí llevamos viendo caer de toda la vida, o ni eso.
Además a de Pedro Picapiedra y Simón Pedro (el de “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”), todos conocemos a Pedro el del lobo. Aquel que se aburría soberanamente y se ponía a pegar voces alarmando a sus vecinos hasta que un día apareció realmente la bestia y nadie le hizo caso, así que se quedó sin rebaño. Vaya hambre tenía el lobo, por cierto, que un rebaño entero no se lo comen ni Carpanta (¿alguien más se acuerda de Carpanta?). Pues con esto pasa lo mismo.
Esta vez ha sido cierto, aunque en Galicia nos ha tocado de refilón y de hecho no han sido unos días especialmente fríos para la época en que estamos. En esta tierra sabemos desde los tiempos de María Castaña (lucense mundialmente conocida) que en enero/febrero el grajo vuelva bajo, no hace falta que nos abran los telediarios con eso, pero ya nadie se fía de estas noticias. Vemos incrédulos las imágenes de toda Europa congelada, coches enterrados en nieve, la torre Eiffel vestida de novia, Venecia con calles asfaltadas de hielo… Insisto, esta vez ha sido cierto.
Personalmente no me considero una persona temeraria. Sin embargo he de confesar que en uno de esos temporales tremebundos que nos anunciaron cogí alegremente el coche y me marché a Pontevedra. No estoy seguro pero hasta me parece que fue cuando vino a vernos el Klaus. Había árboles tirados por la carretera, literalmente. No crean que no le tengo apego a mi pellejo. Nos llevamos muy bien en una relación de simbiosis provechosa para las dos partes, y no tengo ningún interés en perjudicarlo lo más mínimo, pero mi estupidez de ese día no se debió a que no tuviera respeto a las fuerzas de la naturaleza, sino a mi falta de confianza en las previsiones alarmistas.
Si ese día me hubiera matado en el coche entendería que el titular fuera “un idiota saca el coche en pleno ciclón”, algo similar al tan criticado titular del chaval que se ahogó en Coruña y se llevó con él a tres policías. Como dijo Forrest Gump “tonto es el que hace tonterías”, pues idiota es el que hace idioteces, así que habrá que ser más prudente y creerse a los telediarios cuando alertan, aunque a veces la tontería sea quedarse en casa con un día estupendo… o no bañarse borracho en un mar revuelto en plena noche.
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