La prensa de hoy recoge que unos falsos inspectores del catastro consiguieron engañar a una señora para entrar en su casa, con la disculpa de una presunta inspección, y le birlaron nada menos que 4.000 euros que tenía por allí. Empezando por que me sigue extrañando que la gente tenga 4.000 euros en casa (ya sé que los bancos no son demasiado simpáticos pero al menos se entiende que es más seguro) la cuestión aquí es saber cómo fiarte de un tipo que se planta en tu puerta asegurando ser un enviado de una institución pública o una empresa suministradora de algo.
¿Cómo puedo confiar en alguien porque me enseñe una tarjetita de plástico con su nombre impreso y un par de logotipos? Hay un conocido dúo de Don Hilarión y Don Sebastián en La Verbena de la Paloma en que cantan que "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad". No hay nada más cierto en este tecnológico y avanzado mundo que eso y nos sirve tanto para lo bueno como para lo malo. Con una impresora de las más normalitas, un ordenador y un poquito de mano, les puedo hacer yo tarjetas identificativas que pueden ir desde agente especial del FBI a Almirante de la Flota Estelar. Evidentemente, también se pueden hacer de inspector de Gas Natural o de representante de Isabel Pantoja. La imaginación es el límite.
¿No les llama la atención que ahora en el Telediario cuando cae una red de falsificación de billetes en lugar de intervenirles una imprenta les cogen un par de PCs y una impresora laser?
“¡Ah, pero es fácil!”, dirá algún inocente lector: “si son inspectores de verdad tendrán datos que los falsos no pueden tener”. ¿De veras creen que queda algún dato que no esté al alcance de cualquier desocupado con Internet y mala leche? Desde los datos personales tipo dirección, teléfono, NIF… hasta lo que calzas y con quién te acuestas, prácticamente todo está en la Red de redes o se puede conseguir investigando un poquito. Imagínense investigando un muchito.
¿Cómo solucionar esto? No es fácil. ¿Con una comunicación previa de la empresa? Imaginen que les llega una carta con el membrete de una empresa suministradora de algo (gas, luz, telefonía…) que les dice que “en próximos días un inspector de esta empresa, convenientemente identificado, acudirá a su domicilio a efectuar la revisión anual del servicio. Esta visita es totalmente gratuita para usted y puede confirmar dicha visita llamando al teléfono 666 666 666”. Da mucha confianza, claro, y luego aparece el presunto inspector. ¿Quién le dice a usted que no es un chorizo que previamente a enviado la carta? Si puede falsificar una tarjeta identificativa, también un membrete.
A esto se une que las propias empresas suministradoras nos toman el pelo de forma descarada. Nos dicen que hay una revisión anual obligatoria de la caldera, lo que es falso porque la obligatoria es cada cuatro años, para cobrarnos servicios y facturarnos visitas que, aunque sean auténticas no dejan de ser un robo legalizado. Pero ese es otro tema, ahora iba a lo de los falsos inspectores.
Una posibilidad sería crear una especie de “registro de visitas” que podría depender de los ayuntamientos. Todos los comerciales, inspectores y visitantes varios que quieran ir a los domicilios deberían darse de alta y decir las zonas y fechas en que van a actuar, y poner esta información en una base de datos. Si uno recibe la visita en casa, podría llamar al 010, que es un número fácil de recordar y, encima, es oficial y da cierta tranquilidad, y confirmar que la visita es auténtica. Tal vez sea un sistema un poco engorroso, y yo soy muy poco amigo de aumentar la burocracia en este tipo de cosas, pero es que no dejan otra opción la verdad.
Mientras esto no exista, les recomiendo que si les llega una carta o se les planta en la puerta alguien que dice ser inspector de algo no se fíen ni de su identificación ni de una carta que les haya podido llegar un par de días antes. Vayan a la oficina física de la empresa o busquen en su web el teléfono oficial y consúltenlo allí. Antes de eso, yo no dejaría entrar en mi casa a nadie.
Si me vienen a mirar la caldera, les juro que la mitad de las veces me dan ganas de llamar a la policía para que vengan a identificar al tipo por si es un ladrón. Incluso aunque no lo sea dan ganas de ir al juzgado a denunciar una estafa de la compañía. No sería la primera, ni será la última.
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