Desde hace unas pocas décadas, apenas un siglo y poco, tenemos noticia de la teoría de la evolución. Hasta ese momento el ser humano consideró su existencia como algo “de toda la vida” y aún hay mucha gente que cuestiona eso de que vengamos de un pez pasando por un mono.
Lo que la teoría no preveía es que llegáramos a esta especie de fin de la Historia en que parece que todo lo que se podía hacer está hecho salvo en tecnología. Es muy difícil que alguien supere ahora a Leonardo, Miguel Ángel o Velázquez, por poner tres ejemplos, así que la humanidad, en su búsqueda por el cambio, se dedica a alabar a pintores de chorradas tipo Tápies y cosas así. El buen gusto ha evolucionado hasta ser algo que no reconoceríamos ni con etiquetas para la solapa. Ahora resulta que un cuadro con un manchurrón y un punto rojo cuesta un millón de euros tirando por lo bajo y nadie se escandaliza, al revés, te llaman ignorante si osas a decir que, en tu humilde y poco docta opinión, el emperador va desnudo.
Pero no sólo es el arte, sino la tecnología. En Lugo hubo este fin de semana una concentración de coches clásicos que, cada vez que se presentan, nos recuerdan lo técnicamente maravillosos que son los coches de hoy día, pero lo feos que son en comparación. Había auténticas joyas, obras de arte sobre ruedas comparables a cualquier creación humana en arquitectura, pintura o escultura, que hoy día se conservan únicamente en manos de cuidadosos coleccionistas, museos y platós de Hollywood.
La gran pregunta que uno se hace no es si hemos llegado a la culminación en ciertos aspectos y, una vez alcanzado ese punto, nos deslizamos cuesta abajo. Lo que me cuesta entender no es que haya modelos nuevos y diferentes de coches, sino porqué no se mantienen algunos de los antiguos. Imaginen el típico cochazo de los años 30 o 40, esos que vemos en las películas de Al Capone y que tienen una estética que roza la perfección. ¿Por qué además del Audi A6 no se siguen fabricando coches de ese estilo que convivan con los de hoy día? ¿De verdad no hay mercado para ese tipo de joyas rodantes? No me vengan con los precios, que si se fabrican en serie costarán lo mismo. Hubo un noble intento por parte de Chrysler de sacar un coche con aire retro, el PT Cruiser, que funcionó más o menos bien pero que parece que no acabó de cuajar completamente.
¿Por qué un crucero de hoy día parece una versión cutre de un hotel de Benidorm o un casino de Las Vegas (ese es su ideal, supongo) en lugar de mantener la elegancia y la clase de aquellos vapores de principios del siglo XX? No digo que vayan a carbón, sino que al menos alguno mantenga esa estética que cuando vemos Titanic nos hace suspirar. ¿Por qué esos trajes de los años 50 no conviven con las horrendas prendas que vemos en las pasarelas año tras año? Ese tipo de cosas se piensan mucho cuando se sube en el ascensor art decó del Empire State Building, o cuando entra en la Catedral de Santiago. Hoy esas cosas no se hacen, se sustituyen por frías estructuras lisas de acero o por espantos de piedra en plan neoclásico (ya te gustaría) con una falta de personalidad tal que dan pena, estoy hablando del adefesio bautizado como la catedral de la Almudena en Madrid.
Insisto en que no pido que nos quedemos en los años 30 o 40 en cuanto a estética (aunque a mi me parece una época en que el gusto era exquisito) sino que junto a cosas blancas y con pinchos que ahora nos dicen que son auditorios sigan haciendo otras que el común de los mortales queramos visitar sin que creamos que vamos a dar el pésame en un tanatorio. Quizás la humanidad no esté preparada para asumir que el buen gusto no tiene porqué evolucionar necesariamente. A veces es necesario no sólo estancarse, sino dar un paso atrás.
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