Ser Alcalde en Lugo es un chollo. Se pueden vender las cosas buenas de la ciudad aunque uno no tenga nada que ver en ellas y echar la culpa de las malas a otras instituciones a pesar de que el hecho causante lleve tu propia firma. Sólo hay que adaptar el discurso en función de las siglas que tenga la administración a la que se quiere absolver o culpabilizar de todos los males y ya está.
Los mismos hechos tienen contestaciones totalmente diferentes dependiendo de quién se siente en los sillones de mando, y si el Plan Paradai en época del bipartito iba viento en popa a pesar de que no se moviera ni una piedra, ahora está paralizado mientras las máquinas hacen obras. Un informe de una administración amiga era positivo para la ciudad aunque nos hiciera polvo tener un auditorio en el centro, pero cuando esa misma administración cambia de manos otro informe que pone en duda la legalidad de una licencia es maligno y persecutorio por temas políticos, no porque legítimamente crean tener razón. El botellón pasó de ser responsabilidad de no se sabía quién a ser directamente de la Xunta (mientras el propio Orozco presentaba un informe en instituciones nacionales dando recetas de cómo acabar con el problema desde los ayuntamientos) justo al día siguiente de que Feijoo ganara las elecciones. Las cámaras del Ceao se apagan porque el Gobierno es malo, no porque el Alcalde se negara a modificar una solicitud cuando se le advirtió que la que enviaba no era suficiente…
Orozco, siempre lo he dicho, es con diferencia el mejor político de Lugo tal y como entendemos la política en este absurdo país. Cuando tener una capacidad de oratoria en apariencia inacabable, la cara más dura que el cemento armado y la mutación de un camaleón para decir lo contrario de lo que se afirmaba en fechas recientes sin ponerse colorado son síntomas de ser un buen político, entonces nuestro Alcalde es indudablemente el primero de la lista. No digo que no haya más en el BNG, el PSOE o el PP, digo que él es el que mejor lo hace, con diferencia. Por eso es Alcalde, y probablemente por la falta de simpatías de sus contrincantes.
Pero si hablamos de ser un buen Alcalde la cosa cambia radicalmente. Cuando uno se viste de la pompa y circunstancia del cargo para arremeter contra adversarios políticos argumentando cosas que en una guardería llamarían la atención por su poca madurez, cuando se antepone el personalismo a la ciudad, cuando se intenta brillar más que el propio Lugo, uno es un mal Alcalde. Lugo necesita soluciones, no culpables, pero Orozco sabe que no hay nada que una más que un enemigo común, y en lugar de asumir su responsabilidad en que esta ciudad lleve años y años esperando por las mismas cosas dice “pío pío que yo no he sido”. Y se queda tan ancho, y, lo que es peor, la gente le cree.
En cualquier otra ciudad una persona que haya firmado lo que él firmó para lograr que se construyeran las torres del Parque de Rosalía estaría de patitas en la calle. Aquí no, a pesar de que un juez haya escrito oficialmente que se aprecien indicios de connivencia entre el Ayuntamiento y el constructor en contra de los intereses de Lugo, nuestros conciudadanos pasan de largo este tema. Luego no se quejen.
Lo curioso es que por la vía de los hechos hace lo contrario de lo que dice y nadie se extraña. Hoy viene en el periódico que el Ayuntamiento está derribando, por fin, un edificio abandonado de Paradai que era uno de los últimos obstáculos para que se puedan hacer las obras del Plan del mismo nombre. Hace poco el Alcalde decía que ellos ya habían hecho todo lo que tenían que hacer, pero se ve que no es cierto. Y ni se inmuta. Y nadie le dice “¡pero cómo es usted tan mentiroso!”. Y la Xunta se quedará callada y meterá las máquinas para hacer unas obras que, no lo duden, en la próxima campaña Orozco venderá como si hubiera manejado él mismo las palas excavadoras. Y le creerán.
Desde Paulo Favio Máximo hasta hoy Lugo ha tenido grandes alcaldes. Iniciando la lista con aquel fundador de la ciudad, y saltando siglos de evolución llegamos hasta Joaquín García Díez, que fue quien le dio a Lugo el impulso del que todavía hoy vivimos. Esta ciudad, desagradecida como pocas, ni siquiera recuerda mayoritariamente qué es lo que hizo por Lugo, que fue quien peatonalizó el centro y nos dio zonas verdes como el Parque del Miño y empezó con el despegue de nuestra urbe como ciudad turística.
La huella permanente no la dejará Orozco. Dentro de 50 años probablemente nadie recordará que era un tío muy majo (aparentemente) que daba abrazos y que tenía una lengua afilada e ingeniosa, pero Lugo seguirá teniendo un centro peatonal, un parque al lado del río Miño y una Muralla Patrimonio de la Humanidad. Tal vez no recuerden que lo hizo Joaquín, pero la Historia tomará nota de ello, y no de las trifulcas bobas de un señor que quería ser emperador porque lo de Alcalde se le quedaba pequeño. Lo triste es que parece que Lugo tardará muchos años en caer de la burra.
"Orozco que te conozco"
ResponderEliminarUna pregunta que se puede hacer a cualquier nivel del estado pero que en Lugo viene como anillo al dedo: ¿Gana el PSOE las elecciones o las pierde el PP?
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