Alaska con su bola de cristal |
Hay gente que sabe ver el futuro y otros que no. No hablo de videntes, astrólogos ni pitonisos, principalmente porque no creo absolutamente en ninguna de esas cosas. Dudo mucho que estrellas muertas hace miles o millones de años en que imaginamos figuritas de animales, líneas arbitrarias en la mano, cartas con dibujos estrafalarios, esferas semitransparentes u otros artilugios al uso reflejen un destino que no está escrito ni mucho menos. La única bola de cristal en la que he tenido fe alguna vez era la de Alaska (los menores de 30 no sabrán de qué les hablo, imagino).
Pero eso no impide que haya quien vea indicios de lo que viene y se adelante. El caso más famoso creo que es el de Julio Verne, que se adelantó a su tiempo prediciendo la aparición de los viajes espaciales, los submarinos de gran recorrido y muchas otras cosas que no existían en su época pero que se podían imaginar con cierta facilidad si estabas un poco al día de las novedades que iban saliendo. H.G. Wells, escritor mucho menos popular que Verne, tampoco se quedó atrás con sus acertadas predicciones.
En una escala más modesta vemos que hay gestores públicos (vamos a llamarlos así porque “políticos” hoy parece un insulto) que saben prever lo que es el futuro más inmediato con la simple técnica de viajar por el mundo y llevarse una libretita donde apuntar buenas ideas. En Lugo tuvimos uno de estos, y luego llegó Orozco.
Joaquín García Díez, de quien he hablado aquí en más de una ocasión, supo ver que el mundo va hacia la bicicleta. Y no me vengan con que “es que el tiempo en Lugo es muy malo” porque ese era el argumento que usaban los más tontos contra la instalación de terrazas en los locales de hostelería y ya ven el éxito que tienen ahora que nos hemos dado cuenta de que con un abrigo y una cubierta se puede estar en el exterior en invierno tomando algo calentito.
Joaquín, hombre viajado, supo ver en países nórdicos (que nos pueden enseñar lo que es el frío de verdad) que el futuro de los desplazamientos urbanos es la bicicleta. Se puso manos a la obra y creó un circuito pionero en la ciudad que, si recuerdan ustedes, hacía un recorrido que atravesaba Ramón Ferreiro, los Tilos (Rodríguez Mourelo para los nominalistas oficiales), me parece recordar que bajaba por Armando Durán, y enlazaba con la Ronda de Fingoy hasta la avenida de Madrid, donde se reiniciaba.
Llegó Orozco y con su obsesión por hacer olvidar a quien pudiera al popular exalcalde borró en cuanto pudo las huellas de aquel carril permitiendo aparcar a los coches encima primero y asfaltando definitivamente después. Hoy sólo queda el tramo de Ronda de Fingoy porque cantaba mucho levantar la acera sólo para eso.
Aparcamiento de bicis en Florencia |
Este verano tuve la suerte de poder ir a Italia. En Florencia, por ejemplo, no había más que bicicletas por todas partes. La enorme zona centro peatonal era un hervidero de peatones y ciclistas que, con toda naturalidad, compartían espacio sin ningún problema. Cientos, sino miles, de plazas para aparcar las bicis se encuentran en casi todas las calles, con lo que es una forma sencilla, barata, ecológica y hasta sana de moverse por la ciudad.
También lo pude ver en Austria o Inglaterra, países con un clima bastante peor que el nuestro, donde en pleno invierno la gente pedalea con toda normalidad. Supongo que parten de la base de que si puedes andar por la calle a pie también puedes ir en bici por malo que sea el día.
Lugo tuvo un carril bici que fue destruido. Después tuvo un servicio de préstamo de bicicletas que dejó de funcionar porque era un desastre, como ya hemos hablado aquí en alguna ocasión. En el 2007 se aprobó uno de esos planes-propaganda (la agenda 21) en que se proponía como objetivo un servicio de préstamo de bicis y un carril bici... Vamos, que el tiempo ha dado la razón a Joaquín y a quienes hemos defendido (convencidos por él) de que dos ruedas son mejores que cuatro.
La bici de cartón, que soporta hasta 140 kg y resiste al agua |
En Israel han inventado unas bicis de cartón que cuestan 8,00 € para su fabricación y que encima se pueden hacer con cartón reciclado. Aunque las vendan en 20, o 30,00 € es una posibilidad a tomar muy en serio.
Eso sí, espero que a Rajoy no le de por obligar a usar casco en ciudad, tal y como por lo visto están estudiando, porque eso perjudicaría un uso racional y tranquilo (para aquellos que no andan por la acera o por zonas peatonales como si fuera la Vuelta Ciclista a España) de la bicicleta como medio de transporte urbano. Si quieren que obliguen en grandes avenidas o donde se puede circular a cierta velocidad, pero que no nos mareen demasiado en otros sitios.
Hombre, las bicis están muy bien para las ciudades de perfil llano topográficamente hablando. Por poner un caso cercano, no me gustaría ser ciclista urbano en Vigo. Las motos ocupan poco mas y no se necesita ser un Indurain de la vida para desplazarse, amén de los sudores que te ahorras; ducharse por la mañana y llegar chorreando al trabajo no me parece de buen gusto.
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