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miércoles, 26 de septiembre de 2012

En defensa de la Política con mayúsculas


Lo de la barbaridad de ayer de “rodea el Congreso” acabó como era previsible que acabara: 64 heridos (27 policías) y 28 detenidos, y me parecen pocos (los detenidos, quiero decir). Estuve viendo en directo algunas imágenes que me pusieron la carne de gallina: a un policía que se separó un poco del resto lo cosían a patadas... Hoy parece que reconocen que la protesta se les fue de las manos y que “se equivocaron atacando primero”. 

Sin embargo, aunque no hubiera habido incidentes esa manifestación es un error. Partamos de la siguiente base: el Congreso de los Diputados es la esencia misma de la democracia, la sede de la representación de los elegidos por el pueblo en elecciones para actuar en nombre de la soberanía nacional. Si ponemos eso en duda, si nos decantamos por la opción de desprestigiar el Congreso estamos atacando al núcleo del sistema democrático, con lo que, ahí estoy de acuerdo con la delegada del gobierno de Madrid, es una actitud que se puede asimilar perfectamente con un intento de golpe de Estado o la toma por los militares de la plaza. La única diferencia es que esta gente no llevaba uniforme. 

No estoy diciendo que todo el que estaba allí fuera un golpista o que quisiera implantar una dictadura, nada más lejos. Hay mucha gente que está harta de todo lo que está pasando y estaba deseando salir a la calle a protestar pacífica y sinceramente, pero se han equivocado de sitio. Hay cosas que, en democracia, hay que respetar sí o sí. El Congreso es la principal porque, insisto, es la representación directa de los votantes. Si no les gusta lo que hay que se presenten a las elecciones, es el sistema que nos hemos dado tanto en España como en todas las democracias civilizadas del mundo. Si me explican una alternativa a lo mejor es cuestión de discutirla, pero asaltar el Congreso cuando no te gusta lo que dicen no parece un sistema serio. 

La política es la gestión de la cosa pública. Eso al menos es lo que se supone que etimológicamente quiere decir. La política es una actividad noble, aunque haya desgraciados que la oscurecen con sus sucias actividades; también es noble la caridad y hay chorizos en organizaciones humanitarias pero no le echamos la culpa a la Cruz Roja o a Cáritas si le sale un colaborador ladrón. Por lo tanto, decir que “los políticos” son el problema es tan absurdo como decir que “la alimentación” es la causa de la obesidad. Al igual que a la “mala alimentación”, es a los “malos políticos” a quienes podemos responsabilizar en gran parte de todo este cristo que tenemos montado. 

La estructura mental que tiene en la cabeza la mayoría de la gente es la siguiente: un político es una persona, ordinariamente rastrera y pelota, que, nombrada por otros políticos (sea directamente o a través de listas cerradas decididas por una “ejecutiva”), ejerce un puesto sin tener necesariamente preparación para ello y cobrando un sueldo astronómico con unas prebendas desmesuradas. Como lo más normal es que no tenga oficio ni beneficio fuera de esa actividad, y es gente ambiciosa, completarán el patrimonio legal con un sobresueldo en forma de sobornos, chanchullos, contratos de dudosa legalidad... hasta que le pillan o simplemente cae en desgracia y se marcha a su casa con el bolsillo lleno y una pensión vitalicia por sus “servicios prestados”. 

Planteado así es tremendamente complicado desmontar esa imagen, porque aunque de la enorme cantidad de cargos públicos que hay en este país sólo salen en la prensa aquellos que meten mano a la caja o dan la nota para mal por cualquier cuestión, se crucifica a todo el colectivo. Pararte a explicar que los sueldos vitalicios no existen más allá de expresidentes es perder el tiempo porque nadie lee más allá del titular. Explicar que lo de las pensiones vitalicias para diputados, por poner un ejemplo, es una falsedad no cuaja entre la masa porque la masa quiere pensar lo contrario. 

No ayuda que uno vea en altos cargos a iletrados como nuestra exministra Leire Pajín, cuya mayor virtud política es lograr decir simplezas sin que se le caiga la baba. No es una cuestión de partidos, también en el PP, Izquierda Unida, el Bloque o la “Agrupación de Ganaderos por la Independencia de Rabanillos del Pinar” tiene su cuota de tontainas, si menciono a la Pajín es porque es la abanderada del colectivo. 

Esto implica que la actividad política esté muy mal vista por la mayoría de la ciudadanía, y que cualquier acción que uno ejerza contra “los políticos”, así en general, no sólo esté bien vista, sino que es apoyada y vitoreada sean cuales sean las intenciones de los incendiarios, que suelen reducirse a un “quítate tú para ponerme yo” mal disimulado, como en el caso del Foro Lugo ese que sólo quiere dar la nota. 

En nuestra historia reciente hemos visto que la manipulación de las masas con temas como el Prestige, la guerra de Irak, los GAL o incluso el 11-M es sencilla. Basta ponerse a gritar consignas pegadizas y simplonas que no entren en el análisis sino en la “hostia en el hígado” (José Blanco dixit) para que la reacción no sea lógica, sino visceral, que son las que dan votos. 

Pero frente a esta visión demoledora, apocalíptica y deprimente de la política hay otra. Existen políticos honrados, personas que quieren ser concejales o lo que sea por ayudar, por trabajar por su ciudad, su tierra, su país o como quieran llamarle. Yo mismo he sido siempre un eterno aspirante a entrar en el Ayuntamiento de Lugo (parece que mi primer error ha sido reconocerlo en lugar de jugar al “no, si yo no tengo ningún interés”) y no porque estuviera pensando en los maletines, que uno ya tiene sus habas más o menos garantizadas, sino porque si algo me gusta es mi ciudad y creo que hay muchas cosas que se podrían hacer en Lugo sin que implicara meternos en gastos insostenibles. 

Conozco a personas que están en política activa desde hace años y que se preocupan por lo que creen que es mejor para las personas a las que representan. Parece una obviedad, pero por lo visto son los menos. Pero aunque sean pocos existen, con lo que el problema no es “la política” sino cómo seleccionamos a la gente que va a los puestos de responsabilidad. 

Buscar una solución sencilla a un problema complejo es tan absurdo como pretender montar un mueble de Ikea sin leer las instrucciones: puede que consigas algo parecido a lo que buscabas, pero a la larga o cojea o directamente se cae. Con esto pasa igual. Ni las listas abiertas van a ser la panacea, ni una reforma del Código Penal asustará a los más ladrones. 

Lo que necesitamos urgentemente es una reforma social, incluso una refundación de nuestras bases, partiendo si me apuran de la propia Constitución, que no hay por dónde cogerla. Que se vuelvan a valorar conceptos como “responsabilidad”, “trabajo”, “esfuerzo” o “consecuencias” es lo más importante que tiene que hacer nuestra sociedad. Que la libertad vaya aparejada a la responsabilidad sobre lo que haces con ella, que el esfuerzo y la capacidad sean más meritorios que el “apadrinamiento”... son cosas sencillas pero que no suelen gustar demasiado, no ya en política sino en cualquier campo. Los niños no quieren ser futbolistas, que se suda mucho, quieren participar en Gran Hermano. Ya no digamos los que querían, décadas ha, ser abogados o médicos. Esos ya ni se recuerdan. 

Los del 15M, 25S y todas esas cosas no luchan contra la política, hacen política. Luchan, o eso creen ellos, contra la “mala política” y el error es dar por sentado que no existe otra alternativa que la de las comunas y la guillotina en la plaza pública. El sistema que emplean es el equivocado: esto no es la Francia del siglo XVIII y no se puede pretender buscar el apoyo de la gente cosiendo a patadas a la Policía. 

La solución pasa por la implicación de la ciudadanía en la política, y me refiero a algo más que a votar cada poco tiempo (nos fríen a elecciones). Implíquense en asociaciones, partidos, colectivos o lo que quieran. Trabaje por sus ideas. Le van a poner la proa en muchos sitios, no lo niego, pero si realmente piensa que tiene razón, siga insistiendo. Yo también estoy cansado de la corrupción, ineptitud y servilismo, pero eso no va a cambiar tomando el Congreso, eso cambiará si la gente honrada participa, si tenemos fe en que la Política es cuna de ladrones pero también el hogar de la grandeza.

Eso sí, da pereza hacer algo, pero si no se presenta más que un tonto, el tonto ganará y te gobernará. Luego quéjate.

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