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lunes, 7 de octubre de 2013

El imbécil y la edad de oro

“Los viejos que no puedan, que se mueran”. Así de contundente fue la respuesta que una persona (lo de persona le viene algo ancho a este desgraciado) le dio a uno de los miembros de Ancianos del Mundo que el viernes hicieron su campaña de captación de fondos por la calle. Me cuesta trabajo hablar de este individuo sin utilizar palabras que harían que este blog tuviera rombos.

Ancianos del Mundo es una ONG que se centra en uno de los sectores más sensibles de nuestra población, el de las personas mayores. Es muy difícil decirle a alguien con 80 años que se busque la vida y que se ponga a trabajar, argumento con el que muchos se quitan de encima al pedigüeño de turno. Yo mismo he de reconocer que soy poco partidario de dar dinero a los “pobres profesionales” a los que encuentras al cabo de media hora jugando a las tragaperras, de copas o fumando con el dinero que les da la gente de buenas intenciones. A veces a uno le obligan a ser desconfiado, como cuando la “muda” que andaba por la calle de la Reina se reveló como carterista y, ¡milagro!, la ves ahora hablando por los codos sin tratamiento médico alguno. Iría a Lourdes de excursión.

Pero aquí no hay trampa ni cartón. Ancianos del Mundo quizás ha cometido un error al denominarse así. Quizás debería llamarse Ancianos de Lugo, porque la labor que desarrollan en nuestra ciudad no es moco de pavo, y ya sabemos que la sensibilidad merma con los kilómetros de separación. Pedir dinero para enviar a países de África o América puede ser mucho más difícil que hacer lo mismo para atender a quienes no tiene medios, ni forma de conseguirlos, y encima viven al lado de nuestra casa.

Ancianos del mundo, que debería llamarse Ancianos de Lugo, es una organización que atiende a personas con pocos recursos que no tienen familia o a las que sus familiares no hacen ni caso, probablemente por lo de no tener recursos, que si hubiera pasta ya verían cómo iban corriendo a hacerle la pelota a la abuela para salir en el testamento, que todos hemos vivido situaciones similares en nuestras propias casas. Esta ONG les ayuda, les cobija, atiende, cuida e incluso tuvieron proyectos preciosos como un piso de acogida que no pudo cuajar porque la Administración estuvo poniéndoles obstáculos, ya les contaré un día de estos.

Es duro ser tan realista, quizás me paso de crudo, pero no es lo mismo mirar a los ojos a una persona mayor y decirle “no te doy para comer” que a quien está a 5000 kilómetros. Pues el memo este ya ven cómo reaccionó: “los viejos que no puedan, que se mueran”. ¡Imbécil!... y me estoy cortando.

Puede que sea una persona particularmente sensibilizada con las personas mayores por la estrechísima relación que tuve con mi abuela Emilia y que eso haya generado el profundo respeto que guardo a los ancianos, pero me cuesta muchísimo trabajo llegar a entender… corrijo… no me cuesta trabajo, es que soy incapaz de entender que alguien sea tan desalmado como para decir semejante barbaridad.

Todo el mundo tiene derechos, y lo puede pasar mal a cualquier edad. Pero a los 30 años tienes posibilidad de hacer cosas que a los 90 no puedes ni queriendo: descargar un camión, meterte a cultivar lechugas o trabajar en la campaña de recogida de uvas en la Ribeira Sacra. Ya, ya lo sé, el trabajo está fatal, no me entiendan mal que no voy por ahí. Quiero decir que un anciano no tiene la posibilidad, ni siquiera remota, de buscarse la vida. Como los niños, como las personas que tienen la desgracia de sufrir una discapacidad. De eso estoy hablando.

La ancianidad ha de ser una etapa en que se disfrute de la vida. Ya no sólo hablamos de supervivencia, sino de orgullo, de un otoño glorioso y pleno. Pero hay muchas personas que no pueden aspirar ni siquiera a alimentarse, cuidarse o valerse por sí mismas, y ahí es donde Ancianos del Mundo hace su admirable labor.

Y si no quieres colaborar, vale, no colabores, pero lo de “que se mueran” no sólo sobra sino que muestra una insensibilidad propia de un ser que ni humano debería llamarse.

Les confieso que no sé cómo habría reaccionado yo si fuera el de la hucha. Imagino que mal. Tuvo suerte de encontrarse con alguien mucho más educado que él… y que yo mismo, que a veces a uno le pierde la mala sangre que se le hace con estas cosas.

Al imbécil sólo le deseo que algún día se dé cuenta de ciertas cosas y cambie de actitud.

A los de Ancianos del Mundo les quiero transmitir ánimos, apoyo y, sobre todo, mi más sincera admiración por su desinteresado trabajo, del que tienen que estar orgullosos.

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