La justicia ha hablado, y lo ha hecho de una forma que el público en general no comprende. Reconozco que a mí también me cuesta procesarlo. El Prestige no genera condenas para nadie, y eso se traduce en una lógica indignación popular, pero en mi modesta opinión, mal dirigida como suele suceder cuando hablamos de estas cosas de juzgados.
Si hoy se hundiera el Prestige habría condenas. Porque las leyes han cambiado, precisamente, a causa del Prestige. Lo mismo sucede con el terrorista que pusiera hoy la bomba o pegara hoy el tiro, que se le aplicaría la legislación que hay, no la que hubo. Es lo mismo que pasó con la famosa sentencia de Estrasburgo. Igualito. E igual de difícil de comprender.
Hoy habría condenas porque se han endurecido notablemente las legislaciones que permitían hace 11 años navegar a esa porquería de barco lleno de sustancias contaminantes. Y las legislaciones no sólo se han endurecido en España sino a nivel internacional.
Sí, es injusto, ya deberían ser duras antes, pero señores, les recuerdo que hasta hace muy poco tiempo no existía en España la “prisión permanente revisable” (alias constitucional de la cadena perpetua) porque se consideraba una idea “reaccionaria” desde quienes hoy se indignan porque salen a la calle 26 años después unos terroristas condenados. A ver a qué estamos.
De todas formas, y permítanme la comparación, estoy estupefacto por las reacciones, y a ver si me explico bien que si no me van a moler a palos cualquier día de estos. No deja de sorprenderme la gran campaña que dice que “contaminar sale gratis” que proviene de los mismos que están montando un tremendo lío por la subida de tasas de Sogama. Ahora me explico, no se alarmen.
Lo del Prestige fue un accidente. Creo que en eso estamos todos de acuerdo y que nadie vendrá a estas alturas a decir que fue a propósito. Otra cosa es que el accidente se gestionara bien o mal. Por lo que se ve, la justicia dice que bien, lo que es llamativo por las consecuencias, pero a veces hay males que son imposibles de gestionar. Si hubieran intentado meter el barco a puerto y se hubiera roto a tres kilómetros de La Coruña no me quiero imaginar lo que habría podido pasar y lo que les habrían dicho. Las causas del accidente, en mi opinión, están en permitir que un barco-basura llevase en sus bodegas una bomba de relojería ecológica que nos explotó a los gallegos en plena cara.
¿Y eso qué tiene que ver con Sogama? Pues mucho. Sogama es una empresa pública encargada de esconder nuestras vergüenzas como sociedad. En un momento en que todo viene envasado, etiquetado, individualizado, plastificado, envuelto, preparado y procesado, generamos una barbaridad de basura que es de difícil comprensión. Un hogar de dos personas no baja menos de seis o siete bolsas de basura por semana a la calle, lo que es una locura… y eso también es contaminar.
Nos rasgamos las vestiduras con el Prestige, lo cual es totalmente lógico y es de los casos en que se comprende esa actitud, pero nos falta un poco de reflexión en el ámbito privado. ¿De verdad tenemos la cara de decir que “contaminar no puede salir gratis” y luego nos ponemos como basiliscos cuando nos van a subir 83 céntimos al mes de tasa de basuras? Porque no se dejen engañar por los porcentajes, la subida de tasas de Sogama supone 10 euros al año por hogar, lo que sale en 83 céntimos al mes.
83 céntimos al mes que suponen que los presupuestos de Galicia no tengan que soportar el coste de la “magia” que hace que cuando echamos la bolsa al contendor nos podamos olvidar de ella y de nuestra pobre aportación al medioambiente, tanto individualmente como colectivamente como especie.
No sé si me he explicado bien. Espero que nadie lea esto y diga “¿me está comparando el Prestige con echar la basura?” porque no es eso. Es intentar ser conscientes de que, como colectivo, generamos miles y miles de toneladas de basura que son, con el paso del tiempo, tan contaminantes o más que el Prestige, y que ahí no aceptamos que se nos pida una compensación de unos céntimos más al mes pero pedimos “condenas ejemplares” siempre que no nos toque a nosotros. Siempre que sean “los políticos” a los que, como si fueran la Caja de Pandora, se achacan los males del mundo.
Todos somos contaminantes, y cada vez más. Eso no es disculpar al Prestige ni mucho menos, es condenarnos a todos por el mismo rasero, porque encima lo del barco fue un accidente puntual, pero lo otro es nuestra forma de vivir de forma continuada por los siglos de los siglos.
Y el que esté libre de pecado que tire la primera bolsa.
Eu pago o lixo que estou xerando, e polo Presige non hai responsable que pague. Perdón, equivócome, pagamos todos.
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