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viernes, 22 de noviembre de 2013

Hasta las narices de Kennedy

Si les soy sincero, que es lo que hago en este blog (para contar mentiras no lo escribiría, ¿no creen?), estoy de Kennedy hasta las narices, por no ser más soez. Ni que fuera Teresa de Calcuta, el tío. Está claro que no hay nada como morirse para que hablen bien de uno, aunque en vida tenga luces y sombras, como todo el mundo.

Tenemos una tendencia pavorosa a considerar el cine como un documento histórico. “Sí, hombre, que lo vi en una peli” es un argumento difícil de rebatir cuando te enfrentas a un iluminado que está seguro de que la muerte de JFK fue obra de una conspiración para acabar con un santo. A ver, no les digo que no lo fuera, porque no tengo ni idea, pero de ahí a ponerse loco defendiendo lo que se desconoce…

Kevin Costner hizo mucho daño con su obsesión con Kennedy y sus películas “JFK” o “Trece días”, en que se le notaba a la legua que estaba feliz como una perdiz con su personaje, siempre alguien cercano al presidente, incluso amigo personal que le llamaba “John”, y a su hermano “Bobby”. Pues me parece fantástico, señor Costner, pero para consumo interno en su santa casa. No nos vengan con paranoias, que aquí estamos servidos.

No tengo opinión sobre si se lo cargó un señor o una docena, entre otras cosas porque me resulta indiferente. Un asesinato no es justificable casi nunca (si alguien ataca a tu madre con un cuchillo, por ejemplo, es uno de los casos en que yo me cargo al agresor y que salga el sol por Antequera), así que vamos a dar por supuesto que este tampoco lo es. Pero eso es una cosa y otra que nos hayan contagiado con esa obsesión nacional que tienen en Estados Unidos con su “presidente mártir”. Que con pan se lo coman.

Tampoco se crean que me cae mal Kennedy, que seguramente es lo que puede haber parecido por ahora. El problema es que no lo puedo valorar porque no tenemos información veraz sobre él. Reconozco que tampoco la he buscado mucho. Insisto, es que no es un tema que me enloquezca.

Hoy no pretendo hablar de este señor, aunque lo disimulo muy bien, sino del circo de tres pistas que nos han montado por el cincuenta aniversario de su asesinato: documentales, películas, telediarios… todos en este país hablando del pobre JFK como si hubiera sido el propio Rey de España el que cayó asesinado en Dallas. Prefiero que me hablen del aniversario de la muerte de Colón, de Isabel la Católica o de Wifredo el Velloso (por aquello del equilibrio territorial), gente que forma parte de nuestra historia.

Pero bueno, es lo que hay. Imagino que nos contarán lo maravilloso que era, lo fotogénico, lo guapa que era su señora, el prototipo de la familia americana… Se saltarán, supongo, que fue el último presidente que firmó una ejecución militar, o que se negó a conmutar la pena de muerte de otra persona, ésta en el ámbito penal ordinario. También que llevó a cabo la invasión de la Bahía de Cochinos, que fue un intento de derrocar a Fidel Castro que les salió rana, y continuó con la guerra de Vietnam. Vamos, lo que se dice un pacifista, que tuvo al mundo al filo de la III Guerra Mundial con la crisis de los misiles de Cuba.

Lo único bueno del mito de Kennedy es entretenerse con la comparación inconsciente que se hace con Obama, otro “antibelicista” que recibió el primer Premio Nobel “preventivo” del que se tiene noticia. Lo recibió nada más ser elegido presidente, imagino que con la intención de que fuera buenecito y dejara de torturar terroristas. No lo hizo. Tampoco tengo muy claro si criticarlo por eso, porque si yo me viera en esa tesitura no sé lo que haría. Lo que critico es que se den por sentadas cosas que no tienen que ser ciertas y ese afán de buscar héroes donde sólo hay seres humanos.

En fin, que no es que no me guste Kennedy, lo que no me gusta es el mito y la publicidad engañosa. Por lo demás, “Dios salve a América”, no sea que entre esto y lo de ayer de Hitler me la esté buscando sin saberlo.

1 comentario:

  1. Menos mal que te agrada Kennedy ¡quién lo diría! :O
    Creo que en el plano publicitario es normal que suceda eso. Y recuerda que todos esos recordatorios no los hace el Estado Norteamericano, sino las televisiones, periódicos, etc., nacionales. Un saludo.

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