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miércoles, 6 de noviembre de 2013

La alfombra roja del cielo

Lo malo de programar el blog con antelación es que a veces salta un artículo del que ya ni te acordabas si pasa algo. Ayer me sucedió eso con el de la conferencia sobre el templo de Mitra, que se publicó como una invitación a la participación mientras tenía la cabeza en otra cosa: el fallecimiento de mi tío Paco, hermano de mi padre.

Cuando alguien desaparece hablas de su persona. Por desgracia este año he tenido un ejemplo en primera persona que preferiría haber aplazado indefinidamente, pero es la condición humana saber que desde que nacemos estamos condenados a morir. Sin embargo en el caso de Paco es más complicado ya que por una grave discapacidad que sufrió durante décadas no llegué a conocerlo realmente como me habría gustado… pero sí a mis primos, tíos y abuelos.

Es muy fácil hablar de ciertos temas desde la distancia. Cuanto más polémico es el asunto más distancia ha de haber, claro está, pero cuando decimos lo de “pues yo haría…” hay que verse en el caso y después a ver si tienes el valor de hablar. Y lo digo yo, que no soy precisamente discreto en mis opiniones, pero en temas de otra índole.

Durante décadas mis abuelos Silvia y Luis, mis tíos Elisa, Silvia y Eduardo y mi primo Miguel han convivido con Paco y han cuidado de él. Es muy fácil decirlo, pero no tan sencillo llevarlo a la práctica. Y el mérito está en que no le ven mérito, en que lo ven “lo normal”. Eso es oro puro.

Cuando tienes tan cerca a una persona que realmente no puede valerse por sí misma de ninguna de las maneras es cuando aprecias en lo que valía la iniciativa de la Ley de Dependencia, aunque nació con una demasiado discreta dotación económica incluso en época de vacas gordas. No deja de ser curioso el contraste entre el reconocimiento de ciertos derechos más que discutibles (me refiero, sobre todo, a excursiones pagadas con el dinero de todos) y la dura realidad de muchas familias que no pueden atender a sus personas cercanas porque tienen que trabajar, o incluso porque ellos mismos van cumpliendo años y les cuesta hacer ciertas tareas. En el caso de Paco tuvo la enorme fortuna de contar con unos padres y unas hermanas cuya fidelidad estuvo siempre a prueba de bomba.

La dependencia no es una política, es una realidad durísima.

Siempre les he dicho que los recortes se entenderían mejor si no fueran proporcionales: mientras ciertas partidas no estén a cero otras no deberían tocarse. Supongo que no sufriremos a corto plazo una invasión militar así que quizás habría que replantearse comprar tanques y aviones durante un par de años, que bien valdrán los que tenemos, y ya se hará ese gasto cuando el tema económico mejore. Por poner un ejemplo de los que hay cientos.

Pero me desvío. Hablaba de mi familia. Mis abuelos dedicaron toda su vida a cuidar de Paco, y lo mismo mis tíos y mi primo, con el mérito que eso supone. Es muy dura una existencia de dependencia mutua, porque lo de tener que plantear toda tu vida en base a la de otra persona que tiene muy limitadas sus opciones es demoledor.

Imaginen lo que es tener que esperar a que llegue tu marido para salir a comprar el pan, o viceversa. O ir a la playa por turnos. O depender de que alguien se quede un rato para poder ir al cine o a tomar un café con tu pareja. Todos los días, las 24 horas, durante décadas. No creo que sea un ejercicio intelectual, es inabarcable el esfuerzo y la dedicación que eso supone.

No estoy en situación de poder afirmar si Paco era feliz o no, pero desde luego sí que les puedo asegurar que era querido, que disfrutaba de un amor incondicional, este sí que realmente incondicional, de quienes durante tantos años le dedicaron sus vidas. No hay elogio, ni recompensa, ni palabras suficientes que dedicarles. No lo intento, sólo es un modesto homenaje que no podía dejar de hacer a quienes tantos y tantos años han cuidado de Paco.

Si existe el cielo hay quienes tienen su entrada garantizada con alfombra roja y cesta de fruta de bienvenida. Si es así Paco ya estará con mis abuelos, y Elisa, Silvia, Eduardo y Miguel tienen una reserva hecha. Espero que tarden mucho en usarla y que, cuando lo hagan, tiren por los demás, que buena falta nos hará.

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