Eso de que “mi hijo ha nacido aquí y por tanto es estadounidense” puede valer allí, no conozco su legislación pero es lo que se deduce de la pantalla, pero en España no es tan sencillo. Un español es español nazca donde nazca (eso suena al chiste de “los de Bilbao nacemos donde nos sale de las narices”… bueno, el chiste no decía narices…), y por la contra el nacer en territorio patrio no te convierte en nacional por ese simple hecho.
Nuestras leyes dicen que se considerará español a cualquier persona nacida de padre o madre españoles. Es lo que se llama el “ius sanguinis” o la línea de sangre para el reconocimiento de la nacionalidad. El nacer en España sólo da la nacionalidad si los padres son apátridas o las leyes de sus países de origen no reconocen la nacionalidad del hijo. En ningún otro caso.
Esto puede parecer muy restrictivo pero por la contra tenemos que la generosidad de nuestra legislación a la hora de dar la nacionalidad española convertirá, por pura estadística y a la larga, a todo el planeta o a una inmensa mayoría en españoles. Esto es en serio.
Verán, vamos a poner el caso de un emigrante que se marchó a vivir a Buenos Aires en 1.936 (un ejemplo bastante frecuente por desgracia) y que no volvió a pisar España nunca más. Esta persona tuvo hijos en Argentina que, a su vez, tuvieron descendencia. Pues todos son o pueden ser españoles. Digo “pueden ser” porque tienen que tramitarlo en la embajada, pero si demuestran la línea sucesoria “heredan” la nacionalidad. No hay límite para esto, puede ser desde hace dos generaciones o veinte, eso es irrelevante aunque obviamente cuantas más pasen más difícil es remontarse en los archivos… al menos en los antiguos.
Ahora apliquen la lógica: al no haber límites con que tengas un antepasado remoto español, siempre que puedas demostrar la línea familiar puedes “nacionalizarlos” a todos hasta llegar a ti. Esto hace que tarde o temprano toda la humanidad, o una buena parte, pueda ser española porque en un mundo global como el de hoy no es difícil que haya antepasados de distintos países.
Es el absurdo de nuestras normas en ese sentido. Puedes nacer aquí y no ser español y puedes ser español sin haber visto esta tierra en tu vida, ni tus padres, ni tus abuelos, ni tus bisabuelos…
El tema de la nacionalidad es complejo. Se unen dos criterios: el de utilidad, en que cada país intenta “atraer” a población que “le interesa”, y el de humanidad, que hace muy difícil aceptar que se pongan fronteras a los demás, a los que “no interesan”.
Von Braun cuando era "malo". Luego se hizo "bueno" |
El primero fue utilizado con gran fortuna (para ellos) por los estadounidenses en la II Guerra Mundial. Antes, durante y después de la guerra se facilitó la fuga de cerebros alemanes a Estados Unidos, incluyendo a conocidos nazis a los que se “perdonó” su condición de tales a cambio de trabajar para los norteamericanos. Einstein fue uno de los primeros en irse a Estados Unidos escapando de la esvástica (era judío y puso pies en polvorosa con gran criterio), y Von Braun de los últimos cuando vio que la guerra estaba perdida a pesar de sus esfuerzos en cohetería, que casi destruyen Londres pero que luego llevaron a los americanos al espacio.
En España estamos preocupados por la frontera sur. Ceuta y Melilla son coladeras de inmigración ilegal de gente que por desgracia no puede vivir ni malamente en su tierra y se ven obligados a intentar saltar la valla jugándose el tipo. Vienen a buscar un futuro mejor como el que los españoles buscaron en su día en Alemania o América. Les cerramos las puertas, o lo intentamos, mientras nacionalizamos españoles a miles de personas que ni siquiera quieren vivir aquí, sino simplemente lograr objetivos espurios, aunque hay de todo, claro está.
No estoy juzgando cómo gestionar las fronteras de Ceuta y Melilla, no hablo de eso. Entiendo que abrir las puertas alegremente obviamente no es una opción, pero aunque entienda que no todo el mundo puede venirse de cualquier manera me cuesta mucho asumir esa doble moral. A veces da la impresión de que sólo es por el tono de la piel, y me cuesta tragar ese sapo.
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