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martes, 22 de abril de 2014

Los aquelarres sociales

En Lugo sufrimos todavía el llamado “mal de la Muralla”, bautizado así, según creo, por el ex fiscal Jesús García Calderón, que vino a la ciudad pensando que podría revolucionarla y tras un buen intento la cosa quedó en nada.

Este mal viene de viejo y tiene otros nombres: caciquismo, servilismo, o como lo quieran bautizar. Una manía colectiva por la que se eleva a la categoría de señor feudal a cualquiera con un cargo, por poco importante que sea, y se le rinde pleitesía incluso aunque no la pida, como adelantándose a la competencia para ver quién tiene la lengua más larga para lamer mejor lo que haya que lamer.

Y no crean que hablo de política, o no sólo de política, sino también de prácticamente todas las esferas sociales de la ciudad. Desde la comunidad de vecinos en que no se puede ir contra “Don Fulano”, por el simple hecho de ser “Don Fulano”, hasta las sociedades como el Fluvial o el Círculo de las Artes, donde las decisiones las toma un aquelarre de unos pocos que se mantienen ahí por la pasividad de unos muchos.

El Fluvial tiene en breve una asamblea de socios, que tendrá que responder a una batería de preguntas de medio centenar de miembros de la sociedad. El Presidente asegura que son “poco representativos” al tener el Fluvial más de 7.000 socios, pero no estoy de acuerdo con él. En Lugo medio centenar de rebeldes es una auténtica revolución.

Supongo que el esquema de participación de los socios del Fluvial es como el del Círculo: inexistente. Formalmente hay unas elecciones para ser socio compromisario, y después otras para ser de la directiva, pero como nunca se avisa a nadie de cuándo son dichas elecciones ni quién elige, ni quién vota, ni cómo pues el resultado es que se eligen unos a otros como enajenados, en una especie de tú me rascas a mí y yo te rasco a ti.

El problema de este secretismo es que el uso hace costumbre y llega un momento en que la gente que está de “jefe” se piensa que la sociedad es su cortijo, y que puede hacer y deshacer como le venga en gana. Y lo triste es que puede que tengan razón.

Pero el tiempo pasa y las costumbres cambian. Algunos parecen despertar y muchos no comprendemos por qué se nos informa puntualmente por SMS de fiestas y caralladas pero no de cuando se pueden presentar candidaturas a cosas serias. Es la demostración palmaria de la escala de valores, ya que los medios técnicos existen pero no se usan para lo que no interesa.

La Democracia no es un sistema político, es una forma de vivir, y se ha de aplicar no sólo a las elecciones de concejales y diputados sino a todas las esferas de la vida, salvo en reductos jerárquicos como el ejército o cosas similares.

Lo peor de todo esto es que es el germen de la corrupción. No tener que dar explicaciones es el primera paso para hacer lo que se quiere, y eso es el camino de los “favores” personales, el compadreo, la cuchipanda y el aprovechamiento.

Y ya está bien.

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