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jueves, 15 de mayo de 2014

365 días

Es increíble lo rápido que puede pasar un año. Nos suena a una cosa larguísima pero las 52 semanas organizadas en 12 meses van cayendo una tras otra inexorablemente hasta completar un ciclo alrededor del sol.

Esta tarde hará un año que nos falta Doña Emilia. Si les soy sincero a veces parece que hace un par de semanas y otra que han pasado cinco años. El hecho en sí me parece cercano, quizás porque es difícil sacárselo de la cabeza y quieras que no se te viene cuando menos te lo esperas. Pero me da la impresión de que hace años que no la veo. Es curiosa la percepción, que nos puede hacer sentir dos cosas contradictorias al mismo tiempo.

Como esto no deja de ser un blog personal, y aunque tiene un punto de striptease emocional, les voy a contar alguna cosa de lo que ha sido este año, imagino que el más complicado porque ha sido en el que han pasado todas las “primeras veces sin…”. El primer cumpleaños sin la abuela, la primera Navidad, el primer Fin de Año, el primer cumpleaños de mi madre sin la suya…

Lo peor han sido momentos en que “se te olvida” y reaccionas como si aún estuviera aquí. Recuerdo particularmente dos que fueron los peores. A los pocos días de perder a Doña Emilia estaba mirando unos papeles viejos del Verruga y encontré una carta de un antiguo amigo de mis abuelos, un señor llamado Palacios que trabajaba en el Ayuntamiento, y pensé “voy a enseñársela a la abuela”… y me di cuenta de que no podría hacerlo. La otra vez fue unos meses más tarde, que pasando por delante del Círculo, donde ella jugaba siempre la partida, pensé en entrar a verla como hacía tantas veces. En esos momentos se te viene el mundo encima y te golpea con toda su fuerza la realidad. Casi es como pasar por lo mismo otra vez. Casi.

Obviamente hay cientos de cosas que me la recuerdan, y no pasa un solo día sin echarla de menos, pero también les voy a decir algo, y es que es un recuerdo dulce. Y lo curioso es que los recuerdos más frecuentes no son de los grandes actos, las fiestas planificadas o las fechas señaladas, sino de cosas tan tontas como un paseo, un café o una comida de diario.

Aunque siempre se puede hacer más, tomar un café más, jugar una partida más… no estoy insatisfecho del cariño y el tiempo que en casa le dedicamos a mi abuela. Fue una mujer querida, cuidada, apreciada, escuchada y respetada en todo momento, que nos dejó a una edad avanzada y de una forma tranquila e indolora. ¿Se puede pedir más?

Esta tarde tendremos una misa en recuerdo de Doña Emilia. Será el cierre de las “primeras veces que…” de que les hablaba antes, y aunque sea sólo para eso creo que nos vendrá bien a todos.

No sé si hay algo después de esta vida, pero si lo hay creo que quienes nos dejan, o mejor dicho nos esperan, querrán que no dediquemos nuestra vida a llorarlos. Echarlos de menos sí, guardar un recuerdo para siempre de quienes nos han querido también, y seguir queriéndolos sin duda, pero con una sonrisa en vez de una lágrima.

No es fácil, pero no queda otra. Todo es plantearse recordar lo bueno, y eso, cuando tuviste la enorme suerte de tener una abuela como la mía, sí es sencillo, porque tengo recuerdos preciosos con ella para llenar cinco vidas.

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