Tras gastarnos chorrocientos millones (no sé si la cifra es exacta, pero seguro que se aproxima mucho) en una planta depuradora y todo el rollo que nos contaron del ciclo del agua, ahora resulta que la Universidad de Santiago dice que se han detectado 29 fármacos mezclados con el agua potable de Lugo. El estudio es de la provincia así que no sé si se refieren a la de la ciudad, pero francamente es para mosquearse.
Si a eso le unimos que una de las plantas construidas es ilegal por su ubicación (no guarda la distancia que se requiere a un núcleo urbano), la cosa es más sorprendente todavía, sobre todo porque si en lugar de la Santa Administración eso lo hiciera un particular le crujen a sanciones hasta que derribe el chiringuito. Pero es que no todos tenemos bula para cometer tropelías urbanísticas.
A mayor abundamiento nos encontramos con el proyecto fantástico de privatización del servicio de aguas municipal, defendido a capa y espada, pásmate, por PSOE y BNG, mientras que se opone el PP. Y mira que ya teníamos la capacidad de asombro bastante agotada pero parece que el pozo no tiene fondo.
Personalmente no tengo nada contra la privatización de un servicio público. Ese rollo de que sale más caro o más barato depende mucho de las condiciones de la concesión, como es lógico, y de cómo se preste. Lo que es evidente es que muchos mitos que tenemos colectivamente sobre las privatizaciones son irreales, como el de que los empleados cobran menos que siendo funcionarios. Para desmentir esto no hay más que ver las nóminas de los empleados de Urbaser y la de sus homólogos funcionarios.
También hay que desmentir la leyenda urbana de que un servicio público habría evitado una huelga como la que estamos sufriendo en Lugo. Baste recordar la huelga de controladores aéreos, que nos fastidió a muchos los viajes, para desmontar esa teoría tan peculiar.
Las cosas no son tan sencillas, y hablar de “privatización” homologando todas las posibles situaciones es una tontería. Las “externalizaciones” se pueden hacer bien o mal, como casi todo en esta vida, y la obtención de un beneficio no necesariamente ha de provenir de un empeoramiento del servicio, sino que también puede ser herencia de una mayor eficacia.
El problema con la propuesta de Orozco y el BNG para el servicio de aguas de Lugo es que es una cosa muy rara. Se propone una mayoría de capital público y una gestión privada, pero controlada por la administración. Eso no tiene el más mínimo sentido. ¿Quién va a querer meterse en ese jardín si no es para “funcionarizar” a sus empleados? Y por cierto, eso lo que sí haría es meter a trabajar a quien decida el Alcalde, sin el engorroso trámite de convocar unas oposiciones que tengan en cuenta mérito y capacidad, lo que probablemente resulte atractivo a quien se ha demostrado, grabación mediante, que le gusta ofrecer puestos de trabajo a sus colegas.
29 fármacos en nuestra agua potable, que es de lo que hablábamos, son muchos fármacos. Personalmente nunca he podido confiar en el agua del grifo en Lugo, quizás porque he heredado la desconfianza que arrastramos de siempre en la ciudad, que proviene de los tiempos del agua de color leche y sabores extraños. Tampoco ayuda que cuando llenas una olla para cocer pasta te encuentres con sedimentos de difícil explicación en el fondo del cazo.
Puede que sea uno más desconfiado de lo que debiera, o puede que influya que aunque la potabilizadora es la “más mejor” las conducciones son del año de la polka, pero el resultado es el mismo, yo no me fío.
Le pediría a la Universidad que publique los resultados y nos diga a los lucenses qué demonios estamos bebiendo.
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