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jueves, 3 de julio de 2014

La elección directa de los alcaldes

Es la primera vez que Mariano Rajoy da un paso en una dirección que muchos echamos de menos, la de la reforma política de España para buscar la regeneración democrática de este país, que buena falta nos hace. Por supuesto no ha faltado quien se le haya echado a la yugular por presentar las ideas en la sede del PP y no en el Parlamento, como si las ruedas de prensa que se dan en la calle Ferraz sólo hablaran de cuestiones internas.

En cualquier caso, las formas no nos pueden hacer perder de vista el fondo. Lo que más me ha llamado la atención es el tema de la elección directa del Alcalde.

Por supuesto puede parecer que eso beneficia siempre al PP, y que por eso se hace. Quizás sea cierto, no se lo voy a discutir, pero es obvio que el fondo del asunto es un debate sobre cómo funcionan nuestros ayuntamientos y hasta qué punto las corporaciones locales han de ser una imitación del sistema legislativo y ejecutivo que opera a nivel nacional o autonómico.

La división de poderes es la gran tarea pendiente de este país. El que mejor lo lleva es el poder judicial, y eso con matices de gran calado, pero la división entre los poderes legislativo (parlamento) y ejecutivo (gobierno) es inexistente en España. Aquí no cabe en la cabeza de nadie que el presidente del gobierno sea de un partido y la mayoría en el parlamento de otro, lo que en sitios como Estados Unidos no sólo es posible sino habitual. Y de hecho los electores parece que lo hacen a propósito para que unos se controlen a otros. No les va mal.

La cuestión es la siguiente: en un ayuntamiento en que el Alcalde es elegido por mayoría de votos ciudadanos, ¿qué pinta el pleno de la corporación? Pues sencillo: controla la pasta. Es lo normal en estos casos. Además de eso, que es lo principal, también se ocupa de aprobar las normas del Ayuntamiento (ordenanzas y similares) y de controlar la acción del gobierno.

Lo común es que este sistema no sea simplemente una forma de elegir al alcalde, sino además el cambio normativo deberá reforzar su figura, a pesar de que eso en España, curiosamente, ya se hizo antes de cambiar el sistema de elección. Hoy día el Gobierno Local tiene unos poderes muy amplios, lo que no se explica si no hay una legitimación a través de la elección directa del Alcalde.

No se trata de elegir un dictador, que es lo que parece si se les va la mano con los poderes otorgados al gobierno, sino de que la ciudadanía vote lo que cree que vota. Actualmente vemos que cuando hay elecciones nos ponen por las calles la foto del cabeza de cartel. En las elecciones locales es más o menos real, aunque no exacto; por ejemplo, en los carteles del BNG nunca ha salido Orozco, a pesar de que siempre ha sido el alcalde que han elegido los nacionalistas, lo sepan o no sus votantes.

No es la única modificación necesaria en este país, quizás ni siquiera la más necesaria. Una limitación en las competencias de cada administración, para que nuestro dinero se gaste únicamente en lo que cada una puede hacer y no en lo que les da la gana, por ejemplo, me parece más prioritaria. Que tengamos Concejalía de Cultura, Vicepresidencia de Cultura de la Diputación, Consellería de Cultura, Ministerio de Cultura y Comisión de Cultura de la Unión Europea es preocupante, no porque la Cultura sea algo malo, sino porque se están gastando cinco presupuestos en lo mismo. Quizás no se trate de limitar la Cultura a uno sólo, pero sí las actuaciones a desarrollar y los presupuestos a gastar.

Una de muchas cuestiones pendientes en este país, mucho más relevantes que otras que ocupan horas de telediario.

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