Media ciudad se está echando encima de unos lucenses por pedir que el ruido del ferial de San Froilán se adapte a lo que dicen las ordenanzas municipales. O del juez por darles la razón. Curiosamente no oigo ni una palabra contra los responsables de este problema, que son nuestros queridos amigos del Ayuntamiento: el señor Orozco y su cuadrilla.
Que un ciudadano pida que se cumplan las normas parece de sentido común. Si las normas son disparatadas o simplemente no están acorde con el sentir y pensar de la ciudadanía hay una solución sencilla a la par que rápida: modificarlas. Nada está escrito en piedra y mucho menos una ordenanza tan enrevesada y ridícula como la de ruidos que padecemos en esta ciudad.
Hace dos años que esto está sobre la mesa. Dos años, que se dice pronto, con sus 24 meses y sus 730 días (día más, día menos). Durante todo ese largo tiempo el Ayuntamiento se ha limitado a estudiar una aún más enrevesada y ridícula ordenanza de ruidos, que puede que solucione lo del San Froilán, un problema de 10 días al año, pero a costa de complicar la existencia al comercio y la hostelería los otros 355.
Esto es muy sencillo de arreglar, y se puede hacer en un brevísimo plazo, dilatado únicamente por los requisitos legales de exposición pública y similares: una ordenanza sobre las fiestas.
Con esta sencillísima solución, la aprobación de una ordenanza específica sobre todo lo que atañe a tanto a las patronales como a otras celebraciones (Arde Lucus, Semana Santa, fiestas de barrios, celebraciones puntuales…) se podrían atacar problemas como el tráfico, los ruidos, la seguridad… sin entrar a todas y cada una de esas normativas locales, donde te vas a encontrar un melón que a lo mejor no es conveniente abrir a día de hoy.
Norma posterior deroga norma anterior. Eso quiere decir que la nueva ordenanza sobre fiestas, que tendría el mismo rango legal que las demás, podría derogar o modificar artículos de éstas en lo que se refiere a los “puntos calientes”.
Una solución sencilla y limpia. Lo malo es que es probable que nuestros gobernantes estén demasiado ocupados para pensar en algo así de simple porque tienen la cabeza en los juzgados.
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