Como ya sabrán Manuel Méndez ha fallecido repentina y sorprendentemente. Les diré que era una persona a la que apreciaba, y en un grado bastante más alto de lo que yo mismo imaginaba. Esas cosas sólo las sabes realmente cuando no tienen remedio, y tras bastantes años dándonos bofetadas dialécticas en RadioVoz surgió no diré que una amistad, pero sí un aprecio y un respeto al menos por mi parte. Me parecería pretencioso suponer reciprocidad en este caso.
Cuando RadioVoz tenía el espacio local en que había una tertulia diaria, iban variando los temas y contenidos y los martes se dedicaban a la política local. Los invitados no éramos figuras políticas en activo, sino que casi todos eran “ex” algo, menos yo que era simplemente un simpatizante, y alguno más como Alfonso Orol que es cualquier cosa menos “ex”, más bien al contrario.
Manolo había sido concejal del PSOE durante dos mandatos, los de Tomás Notario y Joaquín García Díez, y mantenía su vinculación con la política por cuestión de sangre, ya que era el padre de Sonia Méndez. Solíamos coincidir bastante a menudo, y de hecho yo hacía todo lo posible por ir los días que iba él, porque si bien no consideraba fácil ganarle las discusiones, sí es cierto que las disfrutaba más que con otras personas.
Creo que todos los que le conocimos teníamos clara su bonhomía. Tuvimos grandes broncas, de las que supongo que el oyente escucharía casi asustando y con el teléfono en la mano para llamar a la Policía pensando “éstos se dan de un momento a otro”, pero nunca llegó la sangre al río porque los dos sabíamos diferenciar el argumento del argumentador. Salir de la radio tras tener una de las gordas e irnos a tomar un café no era algo raro.
Tengo que decirles que el fallecimiento de Méndez me impresionó enormemente y me entristeció muchísimo, por el aprecio que le tenía y porque me parece injustísimo que alguien con esa actitud y esa bondad se nos fuera tan pronto. 68 años, que hoy día no es nada. Justo cuando más disfrutaba de sus nietos, cuando en la jubilación tenía el tiempo libre que no saboreó antes en plenitud, va un infarto y se nos lo lleva.
Quien crea en el cielo sabe que una persona como él estará allí, discutiéndole con una sonrisa y sólidos argumentos al mismísimo Dios que la Biblia debería estar escrita de otra manera y que Vega de Valcarce tendría que ser la capital del Bierzo. Y hasta tendrá razón. Muchas veces la tenía y además siempre fue lo bastante elegante como para no hacer sangre cuando reconocías que era así. No he tenido a nadie como él en las muchas tertulias a las que he ido y crean que lo añoro.
Al final de las personas recordamos lo que vivimos con ellas, y de Manuel Méndez guardo el calor de las muchas horas de radio que compartimos en las que fuimos adversarios, pero jamás enemigos. ¿Quién podría serlo de alguien como él?
Querido Manuel, gracias por enseñarnos a muchos tantas cosas. Te echaremos de menos mucho más de lo que imaginas.
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