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martes, 2 de diciembre de 2014

Y seguimos picando

Seguimos picando como chinos. Cada vez que hay una noticia relacionada con una red social, ya sea Facebook, Whatsapp o Twitter, por poner los ejemplos más habituales, nos inundan con “declaraciones de privacidad” y cadenas de otro tipo como la típica de si se pone una bolita verde es que tu Whatsapp será de pago y similares. Suelen venir precedidas de afirmaciones como “ahora sí que es verdad que ha salido en el Telediario”, y la gente venga a reenviar o copiar y pegar aunque el Telediario no haya dicho esta boca es mía.

Los ciudadanos presumimos de estar razonablemente bien informados, pero a la mínima que se nos plantea la cuestión, tenemos el mismo sentido crítico que los cachorros de Golden Retriever, que se van a jugar con un asesino de niños igual que con un cuidador de ancianos, es decir ninguno. Cosas de la saturación de información.

La última que tenemos sobre la mesa es, otra vez, la típica declaración que la gente está poniendo en su muro y que empieza con “He recibido un mensaje de Facebook diciendo que a partir del 1 de enero del 2015 cambiarían la política de privacidad, por esto, debido al hecho de que Facebook ha optado por incluir software que permite el robo de información personal, certifico lo siguiente…”.

Es irrelevante que pongas lo que quieras en tu muro porque no vale absolutamente para nada, salvo para saturar los muros de tus amigos con una declaración en que lo único que certificas es tu candidez (que nadie se me ofenda, ¿eh?, que no es la cosa para tanto… incluida tú, mamá). ¿Acaso creen que una empresa que “roba” información va a mirar previamente si le has dicho que no lo haga en tu muro? No hombre, no.

Lo grande es que el texto pegado habla de cosas como un supuesto “código de la propiedad intelectual”, cosa que no existe en España (es una Ley de Propiedad Intelectual), o de una supuesta ley “UCC 1-1 1 1…” que nadie sabe lo que es pero que copia y pega “por si acaso”.

Señores, esto funciona así: Facebook tiene unas normas. Si quieren usarlo las cumplen y si no quieren usarlo no las cumplen, pero es un contrato que no se va a variar porque pongan en su muro lo que les apetezca. Otra cosa sería que la OCU o una organización cualquiera llevase esas condiciones a los tribunales o a la Agencia de Protección de Datos, o incluso que ustedes mismos pusieran una queja ante ese organismo. Ese sería otro cantar, pero lo del muro no vale para nada.

Con todo esto lo que pretendo es explicarles que no se puede ser tan crédulo. Las cosas que nos llegan por Whatsapp o por mensajes de cualquier tipo pueden ser falsas, ¿a que no se lo habían imaginado?

“Bueno hombre”, dirá alguno, “¿y qué trabajo cuesta pegar eso en el muro por si acaso?”. Pues verán, le veo dos problemas. El primero es la ausencia de criterio, la reducción a ganado que supone el hacer lo que se nos manda sin analizar si tiene la más mínima lógica. El segundo es que te crea una falsa sensación de seguridad que no existe realmente, porque por mucho que lo grites en tu muro estás perdiendo el tiempo.

Este país es muy dado a estas cosas. No nos fiamos de las fuentes oficiales porque somos firmes partidarios de las teorías de la conspiración pero si un mensaje de Whatsapp nos ordena tirarnos por un precipicio allá vamos como si fuéramos lemmings.

Se nos contaba hace unas semanas que Teresa Romero “no va a sobrevivir porque no interesa que cuente su versión”. Ha resistido y está haciendo caja de plató en plató. ¿Qué fue de aquellas teorías de la conspiración? Que eran falsas y se basaban en que la probabilidad de supervivencia era mínima, con lo que se afianzaban ese tipo de tontadas.

Piensen. Sean críticos, pero no sólo con lo que les digan las fuentes oficiales sino también, y sobre todo, con las que no lo son. Al final la confianza se gana y ningún mensaje anónimo la merece.

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