¿Y ahora qué? Una vez que Francisco Cacharro Pardo, la temida bestia negra para la izquierda en Lugo, el “hacedor” y “deshacedor” de todo lo bueno y malo que pasó en esta ciudad e incluso en la provincia durante décadas, ha salido limpio de polvo y paja porque la fiscalía retira, tras una década larga de señalarle con el dedo, toda acusación… ¿qué pasa ahora?
¿Quién le devuelve a este hombre los años de oprobio? Si hay algo que en el mundo no se puede comprar es el tiempo, y es precisamente lo que se le ha robado, y en cantidades ingentes, además de la honorabilidad y el buen nombre.
Nunca he tratado este tema por una razón muy sencilla: empecé con este blog en 2010 (¡cómo pasa el tiempo!) y de aquella el tema ya estaba más que manido, y no hubo grandes novedades por el camino así que digamos que nunca surgió. Sin embargo, los que me leen habitualmente saben que me habría limitado a indicar la presunción de inocencia que creo que es el más sagrado de los principios de un Estado de Derecho.
No voy a negar el autoritarismo de Cacharro, que dirigió con puño de hierro el PP de Lugo y, por lo tanto, un importante número de administraciones, pero cuidado, eso no es delito. Se podrá decir que es poco democrático, que es un tic dictatorial o lo que les apetezca, pero, insisto, no es delito. Nunca nadie le acusó en un juzgado de nada semejante, y qué quieren que les diga, viendo cómo funcionan los partidos a día de hoy creo que la libertad ni fue nunca ni es hoy una característica que adorne ninguna agrupación política.
El gran pecado de Cacharro, en mi opinión, fue cargarse la candidatura de Joaquín García Díez al ayuntamiento, en un momento además en que si se llega a presentar habría obtenido indiscutiblemente una victoria aplastante. Casi les diría que alguno habría dejado votos a deber.
Pero no, nada podía ensombrecer a Don Francisco y se cargó a Joaquín, dando origen por la puerta lateral al fenómeno Orozco que aún sufrimos a día de hoy y condenando a la ciudad a las políticas de “gasta pero no aproveches” que tenemos desde aquel momento.
Sin embargo Cacharro tuvo grandes virtudes (hablo en pasado porque me refiero a su figura pública, que en privado no tengo el placer). Fue a quien se le metió en los cuernos traer a Lugo un campus universitario y al que debemos principalmente que aquí haya facultades y universitarios, cosa que a la ciudad de viene de perlas. Tampoco es discutible que muchas de las grandes obras de la provincia (vías de comunicación, rehabilitaciones, puesta en valor de patrimonio…) fueron cosas que hizo muy bien.
Y como personaje público tenía sus ruedas de prensa atestadas de periodistas que en lugar de intentar escurrir el bulto casi se peleaban por ir, porque sus “capítulos de maldades” (las bautizó él así, a mí no me miren) daban muchísimo juego y como es un tío inteligente y gracioso lo pasaban como enanos.
Todos los grandes tienen luces y sombras. Fraga, por ejemplo, es recordado por muchos con gran cariño pero además de una mente prodigiosa también era un hombre autoritario, y aunque no es algo deseable tampoco es que sea un pecado mortal si sabes dónde están los límites de tu autoridad.
Cacharro está libre de toda acusación. Es inocente. Alguien le debe una disculpa. De hecho casi todos, y por lo que a mí me pueda tocar, ésta es la mía.
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