Hoy es mi cumpleaños. Ayer cuando lean ustedes esto, que ya saben que lo del blog tiene un pequeño retardo aunque lo programaré para que se publique a las 23:59 en vez de a las 7:00 que es lo habitual, y así que salga al cibermundo siendo aún el día que tiene que ser. Si no se enteraron ya quedarán mal para felicitar... es broma, la intención es lo que cuenta así que se aceptan felicitaciones extemporáneas, que la buena fe no prescribe.
No es un cumpleaños cualquiera, es la entrada en la cuarentena. Se dice pronto pero impresiona bastante aunque tengo que reconocer que la llamada “crisis de los cuarenta” ya la pasé hace unos años, cuando fui consciente del paso del tiempo (consciente de veras, no como cuando tienes 20 años que es otra percepción) y de que nuestra estancia en el mundo es limitada, y más breve de lo que nos gustaría.
Entiendo que los cumpleaños no dejan de ser una cuestión totalmente arbitraria. Lo que marca la vida no son las velas de la tarta sino las vivencias y los recuerdos que vas acumulando y que te hacen ser quien eres y lo que eres. Sin embargo incluso algo tan prosaico como alcanzar una cifra redonda te hace echar la vista atrás y valorar lo que llevas andado de camino.
Te hace echar de menos a la gente que dejaste atrás, a veces por enfados o temas que hoy relativizas o minimizas, o simplemente porque los caminos de la vida nos han llevado a sitios diferentes incluso sin movernos de la misma ciudad. Por supuesto también te obliga a recordar a quienes ya no están con nosotros y que te han convertido en quien eres con su ejemplo y su humanidad. Obviamente aquí hablo sobre todo de mi abuela Emilia, que dentro de diez días cumpliría 98 años.
La edad también te ayuda a valorar a quienes están contigo. A tu familia, a tus amigos, a quienes aguantan tus más y tus menos, quienes hacen un esfuerzo por hacerte sentir bien cuando realmente mereces una colleja por idiota. Todos hemos sido idiotas alguna vez y yo en eso no tengo rival. También es cierto que si no te avergüenzas un poco de lo que hiciste a los 20 es que no tuviste una juventud bien aprovechada.
A su salud |
Es bueno cumplir cuarenta años y ver que llevas casi la mitad de tu vida con alguien a tu lado sin quien no sabrías vivir, literalmente. La reflexión serena hace que veas lo importante que es tener todos los días no tanto alguien que te quiera sino alguien a quien querer, y que haga de esta fría roca que es la tierra un sitio acogedor y hermoso. Los 39 me demostraron que aún tenemos mucho que aprender de nosotros mismos y que la tontería de que tu boda es el día más feliz de tu vida no es tal tontería, sino algo que puede ser cierto. En mi caso no sé si el más feliz, pero desde luego está entre los más dichosos de estas cuarenta vueltas que he dado al Sol.
Lo de que la edad templa el carácter puede ser cierto, no lo sé. Por ahora el mío sigue siendo bastante lanzadito y de hecho creo que era más prudente antes. Precisamente por asumir que aquí estamos de prestado me he dado cuenta de que no merece la pena andar soslayando los temas trascendentales, y que igual que decir “te quiero” con más frecuencia, es importante también mandar a la porra a la gente dañina que hay en el mundo, que son legión.
Lo mejor está por venir. Los cuarenta son los nuevos treinta y cada año que pasa se acelera un poco más respecto al anterior, así que hay que aprovechar cada día que pasa que nunca se sabe dónde puede haber un socavón.
El cumpleaños solo es una fecha arbitraria, sí, pero es lo que hay. En fin, si no se pone uno filosófico y un poco tontorrón cuando cumple décadas, ¿cuándo lo va a hacer?
A todos los que estuvisteis y sobre todo a los que seguís estando, muchas gracias.
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