Me siento mal. Por lo que veo en Internet o en la prensa debo de ser la única persona de Lugo que criticó a Cacharro en vida. Todos cuantos salen hablando de Don Francisco glosan sus virtudes, lo cual me parece bien porque es el momento, y sobre todo el cariño que le tenían, lo que me parece no tan bien porque hasta hace 24 horas le torcían la cara en los actos públicos o cruzaban de acera para “no verlo” y evitar así tener que saludarlo.
Cacharro murió muchas cosas, pero una de las más importantes es que murió libre. No es ninguna tontería aunque pueda parecerlo, y que tras casi una década de persecuciones, dimes y diretes, paseos por el juzgado y demás la cosa quedara en agua de borrajas como él siempre sostuvo que pasaría, le dio al menos unas semanas de tranquilidad para descansar, ahora sí, en paz.
Tuvo la valentía y la coherencia de ser el pararrayos del juzgado y, lejos del “pío, pío, que yo no he sido” habitual en estos temas, dio un paso al frente y protegió a su gente con un “la decisión fue mía” que no estamos acostumbrados a ver. Fue honorable y fiel con quien no lo había sido con él y eso dice mucho de alguien.
Algunas de las personas que vi que estaban en la cola de la capilla ardiente lo ponían verde y renegaban de él cuando su estrella calentó menos, es decir, cuando dejó el poder, y ahora hacen de plañideras en un espectáculo de dolor poco creíble y que, en mi opinión, es un insulto a su memoria y a su familia, aunque probablemente esta última lo agradezca porque en esos momentos todo hombro es bueno para llorar.
A muchas de las personas que hoy se rasgan las vestiduras las vi yo, personalmente que no me lo han contado, dejarlo solo en un acto público como si tuviera la peste. Y fue una persona de las que él “apartó” en su momento la única que se acercó a charlar con él y a sentarse a su lado. Las vueltas que da la vida.
Ahora comienza la carrera de las distinciones. Veremos cómo se proponen calles, plazas, medallas, honores y premios póstumos a quien se debía haber reconocido una fracción de todo ese supuesto cariño cuando podía recibirlo. Ahora es tarde, una vez más.
Mi relación con él fue más bien escasa. Coincidimos en la candidatura de 2003 encabezada por Manuela López Besteiro pero él era el candidato a la Diputación y yo un mindungui que andaba por allí en un puesto perdido en la lista, así que nuestro contacto fue más bien breve. Eso sí, recuerdo que cuando nos vino un “súper analista” de Madrid a decir dónde había que hacer más hincapié en la campaña, y cuya conclusión fue que el área crítica era la zona del Parque de Rosalía, el comentario de Cacharro fue “…pues como no nos voten los patos…”. Y acertó, como era habitual.
De Cacharro se pueden decir muchas cosas. Algunas buenas y algunas malas, pero les desafío a encontrar un líder del que tras un cuarto de siglo presidiendo algo no tenga luces y sombras como se suele decir. Que tenía un instinto político de primera es innegable. Que se fiaba más de su criterio que del de otros también. Que se equivocó eligiendo a quienes le daban incienso y apartó a otros que le contradecían honesta y fielmente es un hecho probado.
¿Y Lugo? Lugo le debe a Cacharro un campus, entre otras cosas. Probablemente fue la cabeza de la revolución que supuso sacudirse de encima el complejo de provincia “agrícola y ganadera” y convertirlo en una virtud, y ahora tenemos una facultad de Veterinaria y un hospital veterinario Rof Codina de primer orden gracias a su visión del tema.
También hizo más cosas, pero no se preocupen que de eso oirán hablar estos días con gran admiración. Y probablemente lo escucharán de quienes antes le torcían la cara.
Amigo Latorre,
ResponderEliminarNi todo blanco, ni negro. Existe una gran gama de grises. Y eso mismo ocurre en lo que afecta a Cacharro.
Tú mismo, que no te confiesas especialmente fan del fallecido, glosas algunas de sus virtudes y logros. Concédele a los demás ese mismo derecho, por favor.
Los que fueron, al menos, dieron muestra de su respeto en ese momento último y definitivo. Más crítico soy yo con muchos que dejaron de ir.
En fin, sin ánimo de polemizar, creo que es lícito reconocerle a Cacharro lo bueno. Que lo hubo, y no poco. Lo menos bueno, que también, corresponde a otro momento.
D.E.P.
Buenos días:
EliminarPor supuesto que doy a todo el mundo el derecho de hablar bien de Cacharro. Sólo que me parece cinismo que algunos que le torcían la cara por la calle o lo dejaban solo en actos públicos (porque pegarse a él era "contagioso") ahora se den golpes en el pecho y griten amargamente su pesar.
Yo no era fan de Cacharro, es cierto, tampoco detractor. Siempre puse por encima de todo la presunción de inocencia, igual que con Orozco, Blanco, Camps y demás, pero tampoco salgo ahora a decir que éramos "grandes amigos" porque no sería cierto. Yo sabía quién era él, como es lógico, pero no estoy tan seguro de que él supiera quién era yo si me veía por la calle aunque siempre saludaba con la amabilidad que le caracterizaba.
Hay una cosa con la que estoy muy de acuerdo: quienes dejaron de ir y le debían mucho podrían tener la decencia de reconocer su deuda, Están a tiempo, a las 4 es el funeral.
Estimado Luis,
ResponderEliminarSuscribo totalmente el contenido de tu artículo. Es un ejemplo más de la hipocresía del ser humano. Hoy concretamente día 11, el señor García Díez le daba un baño de elogios al difunto en el Progreso, olvidando sus útlimos 15 años de duras críticas y enfrentamientos con el finado, apelando a la necesidad de "arropar" a la familia en estos momentos y a quedarnos con la parte positiva del Don.Metafóricamente hablando en términos futbolísticos "se juega como se entrena", y en los tanatorios, debería suceder lo mismo. Siento vergüenza por los que alzan la voz pidiendo honores post mortem, mientras en la intimidad siguen rajando sibilinamente del Don. Tu artículo es un homenaje verdadero y consecuente con tu actitud con el difunto.
Buenos días:
EliminarGracias por la parte que me toca en tu comentario, pero no interpretamos igual el artículo de Joaquín, a quien por otra parte considero amigo y tiendo a defender, y más cuando tiene razón. Se trata de un artículo elegante en el que reconoce sus diferencias pero saluda a quien le dio su primera oportunidad en política y trabajó con él durante años en sintonía.
El ofendido creo que tiene derecho a perdonar y olvidar sin que se considere hipocresía. Otra cosa es que sea el ofensor, que de esos casos hay un montón, quien ahora se ponga para la foto en la capilla ardiente. Me parece que no es comparable, sobre todo porque jamás vi a Joaquín torcer la cara a Cacharro, sí a otras personas que ahora elogian su figura.
Por último, mi actitud con Cacharro es un poco bipolar: admiro sus obras positivas y critico sus errores, que como cualquier persona tuvo. En este país, y más en esta ciudad, sólo parece que se entienden las cosa como un "conmigo o contra mí" en que no se acepta más que el respaldo absoluto y sin fisuras o el enfrentamiento eterno.
Así nos va.
Un saludo.
Recomiendo la lectura del libro "La fiesta del chivo" de Gabriel García Márquez como homenaje a Cacharro. A los que no les guste la lectura, pueden ver la película.
ResponderEliminarde Vargas Llosa...
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