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sábado, 22 de agosto de 2015

De democracia, valentía y otras hierbas

Ya sé que es sábado y que publico a ratos, pero ya les advertí que estos días estoy de vacaciones y escribo a ratos muertos, y este Lugo nuestro bulle de actividad estival (:D) así que no tengo tiempo a nada. Pero hoy me apetece, porque quería comentarles lo de la dimisión de Tsipras.

Hace unos meses, concretamente el 25 de enero, Syriza ganó las elecciones griegas quedándose a un paso de la mayoría absoluta. La tercera fuerza más votada fue un partido neonazi. La lectura de Pablo Iglesias fue aquello del “tic, tac” y hablaba eufórico de que el líder de la formación “hermana” de Podemos no sería un delegado de Merkel. La democracia había hablado y Grecia tenía un presidente de izquierdas, valiente y que escuchaba a su pueblo.

Solo 24 horas más tarde ya se vieron en un aprieto para justificar por qué el bueno de Tsipras se había apoyado en la derecha nacionalista para apuntalar su gobierno. Optó por los antieuropeístas aunque en días anteriores les llamaran “ultraderechistas” con más o menos disimulo. Los primeros sorprendidos supongo que serían los votantes de Syriza. La democracia había hablado y Grecia tenía un presidente que ya no era de izquierdas, pero sí valiente y que escuchaba a su pueblo.

Cuando tras el rotundo “no” del referéndum Tsipras dio un giro copernicano y pese al apoyo del pueblo griego a un enfrentamiento con la malvada Troika su gobierno aceptó unas reformas mucho más duras que las que habían hecho los de “la casta”, Pablo Iglesias tuiteó su apoyo “al pueblo griego y a su gobierno frente a los mafiosos”. Vamos que el pobre Alexis no tenía culpa de nada. “Es tristemente lo único que podía hacer”, decían tras afirmar en días anteriores que había llegado el momento de rebelarse contra los recortes y el “austericidio”. La democracia había hablado pero Grecia tenía un presidente que ni era de izquierdas, ni era valiente ni escuchaba a su pueblo.

Ahora resulta que tras la dimisión de Tsipras, que abre la puerta a que se le ofrezca formarlo a Nueva Democracia, y si éstos lo rechazan, a los neonazis de Amanercer Dorado. Pero según Podemos esto es una muestra de “responsabilidad” y una “lección de democracia”. Ya no se sabe quién ha hablado y Grecia ni tiene presidente.

¿Este es el modelo que nos proponen? ¿Prometer lo imposible, cabrear a media Europa, doblegarse ante los que insultan y luego salir corriendo? Pues estamos bien.

Si Podemos pretende tener una mínima credibilidad debe mantener su discurso crítico con los que aplican las políticas de “austericidio”, aunque sea su “partido hermano” de Grecia. La cuestión es que Iglesias sabe perfectamente que no necesita credibilidad alguna porque obviamente quienes apoyan sus contradicciones son los mismos hooligans que evitan criticar al PP cuando el ministro del Interior se trae al despacho a Rato a tomar un café o los que creen que Pedro Sánchez es un visionario al proponer que desaparezca el Ministerio de Defensa.

He de decirles que el fracaso de Syriza en Grecia no me hace ninguna gracia. Creo que habría sido una gran cosa que se encontrara un camino más fácil de andar que el de los “ajustes” o “recortes” (la denominación no cambia su contenido) pero va a ser que no. Mientras Grecia se sigue hundiendo España resurge de sus cenizas, y aunque por ahora solo asoma el pico la cosa va como va: en el buen camino.

Reconozco que Pablo Iglesias nunca me ha caído bien, lo que imagino que jamás se habrían imaginado. Me parece una especie de telepredicador metido a político que se ha aprovechado de una corriente de descontento importantísima, y que será el responsable de apuntalar ese bipartidismo que tanto dice denostar.

Veremos qué pasa en diciembre.

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