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viernes, 11 de septiembre de 2015

Ofertas contradictorias

En este mundo extraño que nos rodea hay cosas llamativas, entre las que están las ofertas. Estos días acompañé a Marcos a mirar unas gafas y aprovechar una de las múltiples posibilidades que hay en las numerosísimas ópticas que proliferan como champiñones tras un día de intensa lluvia. Se ve que la telefonía móvil no es lo que era y los cristales correctores vienen a llenar ese hueco, que a su vez los de los Nokia habían cubierto tras la caída de los cibercafés.

Pero a lo que íbamos. En este momento hay una oferta de Multiópticas en que te venden dos pares de gafas por 77 euros. No está mal.

Como tanta gente, cada vez que miro unas gafas me encuentro con un problema de lo más tonto: me cambia la graduación (a peor, por desgracia, los años van pasando) y si me compro esos dos pares tengo que jubilar las que utilizo actualmente, a menos que también les cambie los cristales, así que pregunté a la amable señorita por el coste de esa sustitución: 100 euros… cada una.

Reconozco que me dejó descolocado. Si me dijera que costaban lo mismo que las gafas nuevas me habría costado entenderlo, pero que cuesten casi el triple es algo que no me esperaba. 200 euros si renuevo los cristales de dos pares de gafas que ya tengo y 77 si compro cristales y monturas nuevas.

Imagino, que uno tiene su capacidad para suponer, que esta buena gente compra los cristales al por mayor en China o algo por el estilo, y que vienen adaptados para los modelos de gafas que tienen actualmente en stock. Eso justificaría lo que parece un absurdo, pero tampoco lo hace completamente porque entiendo que los cristales se adaptan a lo que haga falta.

Otro ejemplo: queremos hacer una pequeña reforma en casa y actualizar un cuarto de baño pequeñito. Pregunté en varias empresas de reformas y los presupuestos oscilan entre los 4.500 euros y los 6.000, por un baño de apenas 4 metros cuadrados (2,58 x 1,50, si les gustan los datos exactos). Se nos ocurrió entrar a preguntar en Aki, en Las Termas, un día que íbamos a ir al cine y a última hora nos dio pereza. Pues allí la misma obra nos sale por menos de 3.000 euros. 

Lo llamativo es que en Aki no tienen personal para hacer las reformas, sino que tiran de “instaladores”, que vienen a ser subcontratas. Lo grande del asunto es que la cadena apretará las tuercas al “instalador” para que ajuste los precios al máximo y luego, encima, cobrará una parte de comisión al cliente, en este caso yo. ¿No sería más lógico que el albañil nos hiciera mejor precio si le contratamos directamente? Pues parece que no, porque no he encontrado a ninguno que haga la obra por un precio mínimamente parecido a los de Aki.

Son esas contradicciones aparentes que tiene esta sociedad en que vivimos. Que te cuesten más unos cristales que las gafas completas o que ir a través de una gran empresa abarate costes de una reforma.

Quizás algo falla, y quizás deberíamos dar un repaso a la lógica de nuestro sistema.

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