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martes, 3 de noviembre de 2015

Día de difuntos

Quitarle hierro a la muerte puede ser más o menos sano, cachondearse de los difuntos es otro asunto. Evidentemente es un tema puramente cultural, ya que en algunos países los funerales no se diferencian de una fiesta y, desde nuestro punto de vista de raíz católica, es algo casi ofensivo, como si se alegraran de la desaparición del difunto.

Aquí de toda la vida ha habido tradiciones relacionadas con el 1 de noviembre, que consisten en la peregrinación al cementerio para limpiar las tumbas y nichos, aportar algunas flores y recordar a los que no están, como si necesitáramos que el calendario nos hiciera pensar en esas personas a las que todavía queremos a pesar de que hayan fallecido hace años. Pero es una cuestión de esas que no son explicables con lógica pero que sienta bien hacer.

Como en Lugo nuestro ayuntamiento es más moderno que nadie le ha dado por dar conciertos en el cementerio el día de difuntos. Hasta ahí nada que objetar si se trata de cuestiones razonables y de músicas apropiadas. No es una cuestión de conservadurismo, imagino que a nadie se le pasaría por la cabeza llevar a “los chicos del maíz” a hacer el imbécil donde reposan nuestros familiares.

Lo que me gusta bastante menos es la payasada de ir por la noche a montar una especie de fiesta macabra entre las tumbas. Con cirios, que parecen más una burla de las tradicionales procesiones que otra cosa, y música de gaita en plan alboradas (que como todos ustedes sabrán es una música festiva, para bailar). No habrá a quien le guste esta tontería, no se lo voy a negar, pero qué quieren que les diga a mí me parece una falta de respeto porque estoy convencido de que se hace con “animus iocandi”, es decir, para cachondearse del respeto y la tradición.

La estructura premiada en nuestro cementerio
Tampoco me acaban de convencer, como ya he escrito alguna vez, esas patochadas de visitas turísticas a las que tan aficionados son nuestros munícipes. Resulta que en Lugo no hay nada más interesante a donde llevar turistas que al cementerio, y como han ganado un premio de esculturas funerarias (que, si les soy sincero, me cuesta trabajo entender porque nuestro cementerio es más bien corriente) se creen legitimados para seguir con estas políticas de pandereta.

Si les soy sincero siempre pensé que estas cosas eran ocurrencias de la concejala de cultura, avaladas por un Orozco muy propenso al titular fácil, pero veo que Lara Méndez no pone freno a estos temas y esto se une a la larga serie de decepciones que me está causando la nueva alcaldesa. Tras su “teima” por meter sí o sí una empresa a controlar cómo aparcamos a pesar de que se le ha demostrado que hay sistemas más razonables (y baratos para todos, incluido el ayuntamiento), o después de ver las notas de prensa tan batasunas que han enviado a los medios, parece que tampoco quiere o puede controlar a su equipo de gobierno, que sigue haciendo de las suyas.

Al final tampoco es que sean culpables de otra cosa que dejarse llevar por las modas que nos vienen impuestas por el cine y la tele. Halloween, personalmente, me parece una fiesta divertida y curiosa para ver desde lejos. Una de mis películas favoritas es “Pesadilla antes de Navidad” y me suelen gustar las de Tim Burton, pero con la distancia que da saber que son cosas de los americanos y que tienen su gracia, pero no para imitarlas aquí necesariamente.

Celebrando el Samaín, supuesta tradicion milenaria
Sin embargo, a pesar de ser tan ridículo hacer aquí el indio vestido de cosas que vemos en las películas, tiene un gran éxito “porque les gusta a los niños”. Y si al niño le pone usted un disfraz en Semana Santa seguro que también lo pasa pipa. En cualquier caso es un curioso razonamiento porque hasta donde yo sé a los críos también les encanta la Navidad y parece que hay un acuerdo cada vez más nutrido para cargársela, probablemente por los traumas políticos de algunos, que son muy respetuosos con los turbantes (lo cual me parece fantástico) pero que siguen empeñados en negar lo bueno que tenemos en casa (esto me gusta menos).

En fin, que después no nos quejemos si desaparecen los callos con garbanzos y nos ponen un MacMenú en los restaurantes. Nos lo estamos buscando a pulso.

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