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viernes, 13 de mayo de 2016

El Rey y su menú de 11 euros

Ayer el Rey Felipe VI y toda su comitiva pararon a comer en un restaurante de carretera, donde dieron cuenta de un menú del día de 11 euros, como cualquier otra persona, principalmente porque por muy Rey que sea es un ser humano con sus apetitos y sus necesidades, y tampoco es absolutamente necesario que todo sean protocolos y previsiones.

De todas formas reconozco que se me hace raro. Imagino a ese jefe de la Casa Real organizando la agenda del día: A las 9:00 inauguración de la exposición de arte contemporáneo de botijos de Cáceres. A las 12:00 recepción en el Ayuntamiento por alcalde sin corbata que le entregará una reproducción realista del Coño de la Bernarda a tamaño natural. A las 17:00 llegada a Zarzuela y recepción del embajador de Venezuela que viene a insultar un rato…

- Oiga, ¿y no está prevista la comida?
- No, no… da igual, ya pararán a picar algo por el camino.

El Rey en el restaurante de "menú del día". Foto: El País
No pega, qué quieren que les diga. Normalmente este tipo de viajes están milimetrados y me imagino que la parada “fuera de programa” estará más pensada que el despegue del Apolo XII. Me cuesta creer que se paren en cualquier sitio a riesgo de que les monten un pollo o pase cualquier cosa. No estoy pensando en que vayan a asesinar al Rey, pero sí que pueda haber algún tipo de situación fuera de control y eso no casa con la Casa, permítanme el juego de palabras.

Para muestra un botón. Hace muchos años vino a comer al Verruga el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez. Me contó mi abuela que les trastornaron la normalidad del local durante varios días: levantaron las tapas de las alcantarillas, abrieron los registros, investigaron todo lo investigable, fueron varias veces al local, reservaron las mesas que rodeaban la del Presidente… Tanto fue así que cuando entró por la puerta mi abuelo Cándido se dirigió a él con toda normalidad y le dijo más o menos algo como esto: “Señor Presidente, es un placer tenerle aquí, y yo le invito a comer cuando quiera pero le tengo que pedir que mientras sea Presidente no vuelva”. Ante la cara de pasmo que se le debió de quedar al buen hombre le explicó que los habían vuelto locos por el tema de la seguridad y que no podían tener el restaurante paralizado una semana mientras los guardaespaldas hacían, por otro lado, su trabajo.

Hoy día la “campechanía” mola mucho. Eso de que el Rey se pare en un local cualquiera a comprarse unos pantalones, que la Reina encargue por Internet unos zapatos a una empresa de Lugo o que el Presidente del Gobierno baje a por tabaco al estanco que está junto al Congreso queda muy bien en la foto y en el imaginario colectivo. En plan “jo, son como nosotros”, salvo que no es cierto.

Hay ciertos cargos que no solo no es lógico que hagan ciertas cosas sino que no deben hacerlas, porque su tiempo no es suyo sino de su cargo. No estoy diciendo que el Rey hiciera mal en parar a comer el menú del día, solo faltaba, lo que quiero explicar es que dudo mucho que fuera todo tan improvisado como nos dicen. Toca posar y regenerar la imagen de la Corona, porque ahora que parece que “los comunistas se organizan” no sea que les manguen un referéndum sobre la IV República y la liemos.

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