Que dice Anna Gabriel que los niños es mejor que los eduque “la tribu”, ya que la “familia tradicional” es un concepto “pobre” y que entra en una “lógica perversa” que convierte a los niños en “conservadores”.
Voy a empezar por la parte por la que no estoy de acuerdo y dejo para después la que puedo compartir con la diputada de la CUP. Lo primero que me parece mal de sus declaraciones es ese tufillo a “todo lo que no es lo que yo digo está mal”, porque una cosa es defender un modelo alternativo de organización familiar y otra decir que lo de que haya un padre y una madre que se encarguen de los niños es algo malo. Hay un abismo entre ambas posturas.
Tampoco me parece adecuado venir a calificar la familia de “conservadora” por el mero hecho de ser tal familia. Gente que ha roto esquemas en la historia de la humanidad y que ha logrado grandísimos avances sociales fueron criados por su padre y su madre sin mayores trastornos, con lo que no veo tampoco esa necesidad de machacar toda idea y estructura que no sea la propia.
Precisamente por eso, porque me parece absurdo que cualquier cosa que sea diferente se mire con una prudencia que raya el rechazo por defecto, tampoco considero que la idea de “educar en la tribu” sea algo malo. Si les soy sincero yo mismo he pensado en algo así en varias ocasiones, e incluso no descarto haberlo mencionado en este blog en alguna ocasión.
Por supuesto, siendo como somos, muchas personas habrán estirado la propuesta hasta llegar a una especie de comuna de amor libre, en el que todo sea folleteo y libertinaje y en que las parejas no sean tales, sino que la cosa se parezca más a una sucursal de Gomorra. No necesariamente tiene que ser así.
Voy a generalizar así que no me vengan con las excepciones que ya sabemos que las hay. Hoy día en las familias normalmente trabajan (o lo intentan, tal y como está el patio) las dos personas porque nos hemos acostumbrado a una serie de “necesidades” que no se cubren con un único sueldo. Esto hace que el tradicional papel de la mujer de quedarse en casa y cuidar de los niños se haya ido al garete, cosa estupenda por lo que a la mujer respecta pero menos ideal para los críos, que se han quedado más solos que la una, quizás por falta de organización porque yo soy hijo de una pareja que trabajó toda la vida (y en hostelería, que tiene los horarios que tiene) y a mí me educaron mis padres.
Defender que la mujer vuelva a ejercer ese papel de “mater a tiempo completo” es una barbaridad, entre otras cosas porque han conquistado recientemente unos derechos, aún insuficientes en muchos casos, a los que ni deben, ni quieren, ni pueden renunciar. Pero eso nos deja con el problema de qué hacer con los niños, y ahí es donde entra la idea que puedo llegar a compartir con Anna Gabriel: que la responsabilidad se agrupe con varias familias para que quien se quede en casa sea, en lugar de uno de cada dos, uno de cada seis por poner un ejemplo.
Supongan tres parejas que tienen hijos. Si cinco trabajan y uno se queda en casa es más fácil sostener económicamente el chiringuito. Incluso podrían plantearse ir rotando (si la profesión se lo permite) para que no sea siempre la misma persona la que se quede con los críos.
Esto no supone que desaparezca la figura del padre y la madre, ahí es donde tampoco puedo coincidir con Gabriel, pero sí habría una especie de “comunidad de hijos” donde se repartirían las “cargas familiares” de forma que sea más sostenible.
Sería llevar al extremo algo que hoy día se hace en muchos casos, solo que menos organizado y por supuesto sin la carga “moral” que supone (hoy me voy a quedar sin comillas en el teclado). La típica “urba” en que los papis se turnan para llevar a los niños al cole o incluso para darles la comida, donde los críos juegan juntos y en muchos casos, al ser hijos únicos, sustituyen los hermanos que no tienen por los vecinos.
En cualquier caso, aunque la idea pueda funcionar, esto no supone necesariamente el fin de la familia tradicional. No se trata de reemplazar sino de dar más opciones. Hasta hace cuatro telediarios la sola mención de que dos hombres o dos mujeres pudieran formar una familia era una aberración (para muchos sigue siéndolo, lamentablemente) y lo de que pudieran criar hijos algo que ni se podía pensar. Y ahí tienen la cosa, funcionando razonablemente, con las mismas ventajas y los mismos problemas que las demás familias. Esto no tiene por qué ser diferente.
Actualmente las parejas que se lo pueden permitir, por modernas y rojas que sean, tienen una “babysitter”, que es la palabra pija para denominar a la niñera de toda la vida. Se trata de sustituir la persona contratada por alguien más estable y que críe a sus hijos con los tuyos y los de algún compañero más. No pensemos en un revoltijo al estilo de “física o química”.
Creo que el punto de partida de Anna Gabriel y el mío son radicalmente distintos. El suyo me suena más a anarquismo, mientras que yo parto de un liberalismo absoluto en lo social: mientras no estorbes a terceros haz lo que te venga en gana, y considero que el Estado no es quien para inmiscuirse en lo que es lícito o no en las relaciones personales entre adultos. Ya sé que aquí se incluye niños, pero estamos hablando de una forma de organizarse, nada más.
Tenemos cargas culturales que nos hacen pensar que somos muy liberales porque dos hombres se pueden casar, pero que al mismo tiempo nos hacen pensar que es una aberración que una mujer pueda tener dos maridos o viceversa. ¿Por qué? Si los implicados están de acuerdo ¿quién es el Estado para decidir qué está bien y qué está mal en el mundo de las relaciones humanas?
La poligamia, ejercida no solo por cuatro salvajes de sabe Dios donde o gente de “mal vivir” (no lo nieguen, están pensando en los musulmanes), y me parece estupendo siempre que todos lo asuman y les parezca correcto.
Pero por supuesto nada de esto es un ataque a la familia tradicional. Nadie niega su existencia ni sus bondades (bueno Anna sí, pero ya saben a qué me refiero), sino que de lo que se trata es de dar cabida a otras fórmulas que quizás puedan funcionar tan bien o mejor. O no. Pero quien ha de tomar la decisión no es la ley, sino los implicados.
La tribu ha servido de educadora de los niños durante muchos años en nuestra tierra. Galicia vivió muchos años sin escuelas unitarias y los niños eran una responsabilidad colectiva. Si en una aldea o un barrio un mayor te decía algo lo obedecías sin pararte a pensar si era tu padre o tu madre o simplemente Don Antonio, el señor del segundo que por su edad sabía más que tú. Quizás el esquema de Anna Gabriel no es tan moderno ni tan novedoso como ella cree.
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