Parlamento de Galicia, sede de los representantes autonómicos gallegos. |
Desde que hace dos siglos y medio Montesquieu habló de la división de poderes, la evolución humana tira hacia ahí. La separación entre el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial son las tres patas de cualquier Estado moderno.
Que cualquier ciudadano de a pie no conozca bien esta diferenciación es grave, pero lo es muchísimo más cuando esa ignorancia proviene de un cargo público importante, como es Darío Campos, presidente de la Diputación de Lugo. El titular de la administración provincial se niega a acudir a rendir cuentas al Parlamento de Galicia para protestar por el supuesto ninguneo que la Xunta hace de las necesidades de la provincia de Lugo.
Parece ignorar el señor Presidente que una cosa es el gobierno autonómico y otra la cámara de representación de todos los gallegos. Es cierto que el control del Parlamento cuando hay mayorías absolutas se convierte automáticamente en el de la Xunta, por el sistema de elección que tenemos en España, pero no es menos cierto que en el Parlamento de Galicia están representados todos los gallegos a través de las fuerzas políticas elegidas en las últimas elecciones autonómicas, con lo que insultar al Parlamento es menospreciar a todos los gallegos.
El Parlamento de Galicia no es soberano, ya que esa característica es únicamente del pueblo de España según reza la Constitución, pero sí es verdad que ésta se canaliza a través de sus diputados que, salvo que cometan delitos como ha sucedido presuntamente en Cataluña, merecen un respeto por diferentes que puedan ser sus ideas.
En cualquier caso confundir Parlamento y Xunta es es llamativo en alguien que se dedica a la política y tiene importantes cargos, y lamentablemente es habitual. En el penúltimo pleno municipal observé cómo varios concejales también confunden el Parlamento de Galicia con la Xunta.
Que las diputaciones acudan a rendir cuentas a la sede autonómica que representa al pueblo de Galicia es una cuestión de sentido común, sobre todo teniendo en cuenta la rocambolesca elección de los diputados provinciales y la de su presidente, a los que nadie vota directamente salvo sus propias organizaciones políticas. Ningún ciudadano mete en una urna un voto para elegir a los diputados provinciales, así que que éstos cuestionen la legitimidad del Parlamento de Galicia me resulta insultante.
El PP fue el primero en protagonizar ese desplante en la etapa del bipartito, y aunque el propio Feijoo reconoce ahora que fue un error el mal ya está hecho, han marcado un camino de difícil retorno, el de la utilización circense de las instituciones. La hemeroteca tiene la mala costumbre de lanzarse al cuello de quienes usan las circunstancias más allá de las convicciones, como el señor presidente de la Xunta pudo comprobar recientemente con el tema de los incendios.
Amigo/enemigo/mano derecha/vete tú a saber Foto: El País |
Pero me desvío. Darío Campos comete un error, y no solo institucional. También se equivoca utilizando esta táctica como flor de un día, cuando podría ser mucho más combativo, mucho más efectivo e incluso mucho más dañino para los intereses del PP acudiendo al Parlamento y exigiendo allí que se cumpla con Lugo, exponiendo las quejas que tenga. Para eso están los foros públicos, con la gran ventaja de que tendría sentados en los bancos a algunos de sus colegas de partido que le aplaudirían con fuerza, por pocos que sean.
También es cierto que todo esto es "parole, parole, parole", y que hoy dice esto pero mañana puede decir lo contrario, como ocurrió con aquel "traidor" Manuel Martínez que ahora por lo visto es tan maravilloso que merece ser la mano derecha del Presidente. Cosas de la política.
Flaco favor ha hecho hoy a la figura de las diputaciones más allá de ser herramientas al servicio de los colores políticos de sus titulares.
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