El (afortunadamente ya retirado) cubo de Doctor Castro - Foto: El Progreso |
Nueve mil euros largos nos han cascado de multa a todos los lucenses por un accidente que tuvo una señora con el cubo de la calle Doctor Castro (“las dulcerías” de toda la vida), un elemento que estaba en medio y medio de la calle sin otro propósito que romper los tobillos de los distraídos viandantes.
Cuando vi por primera vez la cosa oxidada esa pensé que sería la pata de un futuro banco o algo así, aunque me parecía una ubicación más que discutible. Pasó el tiempo y aquello quedó sin mayor uso, así que nos imaginamos que su función sería algo técnico de la casa de los mosaicos, la protección de un elemento, o la antena del Wifi, yo qué sé.
Pues no, no tenía ningún uso salvo estorbar. Literalmente. Lo retiraron y en el suelo solo quedó la marca del maldito cubo y la de los tornillos que lo sujetaban al suelo (ahora no encuentro la foto, pero se la hice). Ni cableado, ni rabo de gaita. Era simplemente un obstáculo para la libre circulación.
Este tipo de caprichos son los que hacen que se gasten ingentes cantidades de dinero público en la calle/plaza de San Marcos para luego llenarla de trastos absurdos como unos cartelones para mayor gloria de la Diputación y sus anuncios, el bosque de bloques de piedra donde más temprano que tarde algún chaval se va a dejar los dientes, sino la nuca, en esas prácticas tan chulis como ir saltando de uno a otro (se supone que era una fuente, pero como el diseño parece que no es lo suyo llleva apagada no sé cuánto tiempo), lo que hace que toda la ronda de la Muralla tenga adoquinada la acera interior (se supone que era para que no hubiera gente y las fotos fueran más bonitas, ¡tócate las narices!) y otras cosillas que todos conocemos y que ya no merece la pena relacionar.
El bloque ese de metal oxidado, digno de un museo de la tomadura de pelo, provocó que una buena mujer se pegara un bofetón de padre y muy señor mío que, como deberíamos hacer todos cuando pasa algo así, llevó al juzgado. Y ganó, claro. Supongo que retiraron el estorbo porque ya vieron lo que se les venía encima y para evitar futuras repeticiones de la jugada.
Obviamente no vamos a demandar al Ayuntamiento cada vez que tropecemos por la calle, pero si se debe a negligencias sangrantes o, como en este caso, a ridiculeces como meterte en medio y medio de la vía pública un cacharro sin más uso que estorbar, me parece muy bien que se denuncie, porque es el único lenguaje que parecen entender.
Habrá que empezar a acudir al juzgado con más alegría, visto lo visto.