Los compañeros del Senado en el acto final del Arde Lucus 2018 - Foto: La Voz de Galicia |
Termina otro Arde Lucus y toca hace balance de lo bueno y malo, como decía Mecano.
Empezando por lo negativo, los habituales errores que por reiteración ya rozan lo ridículo con la pobre megafonía, la falta de coordinación que hace que cuando hay actuaciones pasen los tambores por el entorno haciendo que se oiga todavía menos (en la actuación del domingo del Senado los de la Urbanae, una asociación, se encargaron de que esto no sucediera con lo que demostraron lo sencillo que es evitarlo), la ya tradicional saturación de actividades en el programa que despista a los que vienen por primera vez y que se refleja igual un acto menor que los principales, y la introducción de ideología política en el Arde Lucus, algo que ya es también una de las características de la fiesta.
En esto último hay que señalar que es ridículo ver que se intenta “vender” que los romanos hablan castellano y los castreños hablan gallego, como si este último idioma no viniera del latín como el otro. Esa especie de recreación ideal de una Galicia previa a la llegada de Roma, bucólica, pacífica y pastoril sacada de un cuento de hadas, pero que supuestamente fue un duro desafío para las tropas imperiales es difícil de creer, pero bueno, no pasa nada, es una fiesta y como tal hay que tomárselo, porque si el rigor histórico fuera la norma no encajaría demasiado lo de meter un acto final con Ninfas mágicas y una paz negociada por mujeres, algo que sustituyó la tradicional batalla, lo que fue duramente criticado por un público que se esperaba sangre y se encontró una versión con togas del flautista de Hamelin.
Respecto a lo bueno, creo que es imprescindible mencionar el gran acierto de haber movido la Castra al Parque de Rosalía, haciendo de la necesidad virtud ya que el terreno privado donde antes se ubicaba ya no se prestó a la organización. La presión de las asociaciones, que se resistieron como gato panza arriba a bajar al entorno del Río Miño, que era la primera opción que se barajaba desde el Ayuntamiento (y que era un disparate a todas luces), obligó a que se habilitara el parque, un espacio fantástico por su amplitud, por sus grandes árboles y su extraordinaria disposición para montar los diferentes campamentos. Habrá que comprobar ahora que no se le causaron daños, pero en principio ya les digo, me parece un acierto.
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Por supuesto entre lo bueno también está otra constante del Arde Lucus: los compañeros del Senado y de las demás asociaciones, la camaradería, la fiesta, el karaoke, las cenas, los desfiles y la diversión. Marca un reencuentro entre gente extraordinaria, de la que tenemos la fortuna de disfrutar no solo esos tres días sino durante el resto del año entre ensayos y alguna cenita que cae por ahí, y aunque solo fuera por eso ya merecería la pena con mucho el Arde Lucus.
Este año hubo una asociación que particularmente fue aplaudida y homenajeada, y no podía ser otra que A Castronela. Recibieron una calurosa ovación cuando se les entregó el obsequio como asociación invitada, una forma que tuvieron todos los presentes de recordar a la organización el cariño que se han ganado de la gran familia del Arde Lucus. Como los de A Castronela son majos como nadie, tuvieron detallazos como el de visitar todos y cada uno de los campamentos a ritmo de gaita, y el día del desfile terminaron haciéndonos a todos el pasillo. ¡Cómo no los vamos a querer!
Sin duda este año fue el que más se mencionó a las asociaciones y su esfuerzo. Todos los años los discursos tocan ese punto, pero no con la intensidad de esta edición, probablemente porque la publicación que hizo la pasada semana La Voz de Galicia enfocada a valorar su extraordinario trabajo marcó ese camino, y espero que no se abandone.
Precisamente por respeto a las asociaciones y a su trabajo, estoy convencido de que el Ayuntamiento debería replantearse su negativa a aceptar la propuesta que hemos realizado desde Lugo Monumental para convertir el viernes de Arde Lucus en festivo local. Es el mejor gesto que puede tener hacia los centenares de lucenses que integran las asociaciones y que trabajan duramente para traer a la vida año tras año a Lucus Augusti, y es lo único que no se puede comprar: el tiempo.
Si el viernes fuera festivo, el programa podría comenzar la tarde del jueves, enfocando las primeras actividades a los lucenses, y desplegar viernes y sábado toda su fuerza, cerrando los actos el domingo a mediodía y dejando la tarde de ese día para relajarse y empezar a plegar velas, que buena falta hace.
Aumentar la fiesta una semana, como propuso en su día la concejala del ramo, es un error, porque la mayoría de la gente no dispone de tiempo para estar una semana de fiesta, pero un día sí sería equilibrado, porque además al hacerlo festivo se les liberaría de sus obligaciones laborales. Creo que sería un merecido premio para todos, y que Lugo saldría muy beneficiado con esto.
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