Soy incapaz de ver dónde está el problema con el - supuestamente accidental - registro del sindicato de trabajadoras del sexo (Otras) por parte del Gobierno de Sánchez. El argumento de que se trata de una actividad “ilegal” es una chorrada, porque para empezar no es cierto. En España la prostitución no es ilegal sino alegal, es decir, no está prohibida con lo que no se puede sancionar a alguien por desempeñar dicha profesión pero, en un ejercicio de cinismo social, tampoco regulada así que ejercen en negro.
Hay que tener en cuenta que hay, en apariencia constituidas con validez, asociaciones denominadas “Sindicato de Manteros”, que sí defienden el ejercicio de una actividad que va contra la ley con lo que éstos se asimilan más a un posible colectivo de narcotraficantes que de trabajadoras del sexo. Con estos mimbres difícil encaje legal tiene anular la inscripción del sindicato, y si lo consiguen será por los prejuicios que hay en la sociedad.
Ante la reacción airada de la Ministra del ramo, la del gol por la escuadra, que supuso la dimisión de una directora general, la portavoz de Otras ha asegurado que el Gobierno practica un “feminismo burgués”. No puedo estar más de acuerdo. Mientras se defiende, con razón, la libertad de una mujer para ir enseñando carne sin que eso implique su consentimiento para nada que no sea mirar, se ataca su misma autonomía para alquilar su cuerpo libremente. Contradictorio como mínimo.
En Lugo nos pasa algo parecido. La prostitución no se prohíbe en el borrador de la disparatada Ordenanza Mordaza, ni siquiera implica que se retiraría de las calles, pero se nos vende, falsamente, que es una herramienta para erradicar su presencia en la vía pública. Para nada, de hecho se ataca su ejercicio en pisos y coches así que casi al revés.
¿Hasta cuándo esta doble moral? ¿Cuándo se reconocerá a las prostitutas como trabajadoras con sus derechos y sus obligaciones como todo hijo de vecino? ¡Ya basta de fariseísmos y de hacerse los suecos! Déjenlas vivir dignamente de su profesión si la han elegido libremente.
Artículo publicado en La Voz de Galicia del 4 de septiembre de 2018
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