|
Tres banderas que nos representan y que no nos separan a pesar de lo que algunos pretendan. |
Ayer publiqué la ordenanza reguladora del uso del gallego en la administración de Lugo, en su texto original completo incluyendo, en destacado, las partes suprimidas por el Tribunal Superior de Justicia de Galicia en una sentencia también publicada ayer, y corroborada recientemente por el Tribunal Supremo. El texto que colgué tenía ciertos comentarios de la fuente de donde lo obtuve: Galicia Bilingüe, a falta de otro lugar de donde descargarla.
Antes de nada hay que incidir en lo extravagante de ese hecho. Es como mínimo peculiar que la ciudadanía no tenga acceso directo al discutido reglamento, ya que el Ayuntamiento de Lugo no lo tiene colgado como debería (la versión sin las partes ilegales, claro) en la web municipal, donde hay una sección de “ordenanzas” en que figuran todas salvo esta. ¿Quizá porque la quieren esconder? ¿No es la publicidad de las normas un cometido de la administración?
Entrando en materia, hay que prevenir que el tema del idioma es uno de esos que saca lo peor de la gente en las discusiones, como la política o la religión, y es porque en muchas ocasiones no se defiende el derecho propio a usar el idioma que cada cual considera oportuno, sino que se pretende obligar a los demás a pasar por el aro e hincar la rodilla, ya sea para hablar gallego o para hablar castellano sin desearlo. Mal comienzo.
En cuanto a la sentencia en sí, los titulares de estos días, sobre todo (y paradójicamente) los que vienen de medios afines al nacionalismo, magnifican enormemente la victoria de Galicia Bilingüe, que en realidad no es tan relevante. De los 14 artículos completos y 8 apartados que pretendían que se suprimieran el TSJ solo ha considerado ilegales 3 artículos completos, 4 apartados y alguna palabra suelta de otros puntos de la ordenanza. Se mantienen intactas todas las referencias a la defensa del gallego, a su promoción, impulso, utilización… y subvención (eso le preocupa mucho a algunos). La única victoria de Galicia Bilingüe es haberse llevado por delante algunas cuestiones importantísimas (por ejemplo ilegalizar la obligación de presentar ruegos y preguntas en gallego en los Plenos o la de obligar a los contratistas a usar el gallego en los bienes y servicios contratados a narices) pero no demasiado abundantes considerando el texto en su conjunto.
La sentencia no condena al gallego, ni lo sitúa en un segundo plano, ni reduce derechos a nadie, ni minimiza en una sola coma su promoción por parte del Ayuntamiento. Sólo se eliminan las partes que lo imponían, en artículos ilegalizados por confundir interesadamente los conceptos de defensa del uso del gallego con el ataque al derecho de uso del castellano.
Lo preocupante de toda esta historia es que lo que debería ser considerado como una derrota, o al menos una victoria de mínimos de los postulados del recurrente se transforma en un triunfo, porque el discurso “políticamente correcto” implantado por el nacionalismo con la vergonzosa complicidad del PSOE y, más incomprensible aún, del PP (ambos votaron a favor de la ordenanza parcialmente ilegalizada) no admite réplica en ninguno de sus extremos, nunca mejor dicho. Todo ha de ser aceptado sin matices, sin contestación, sin la más mínima desviación de las sagradas escrituras nacionalistas dictadas por el Gran Hermano a riesgo de que se señale con el dedo acusador al que ose a defender el bilingüismo y se le etiquete de fascista porque no se rinde a la imposición monolítica.
El gallego, según esa fanática convicción, no solo se ha de promocionar o defender, se ha de convertir en obligatorio, como si una imposición reparase los daños causados por otra perpetrada por un dictador que murió hace cuatro décadas pero del que nos obligan a hablar día sí y día también.
Es llamativo que ni siquiera el franquismo fue tan radical como nos quieren vender. Sin ir más lejos, Don Ramón Otero Pedrayo pudo fundar, junto a otros intelectuales como García Sabell, la Editorial Galaxia, que en 1950 nació para publicar exclusivamente en gallego así que prohibido, lo que se dice prohibido no debía de estar. En 1963 se instauró el "Día das Letras Galegas", lo que choca frontalmente con ese discurso que nos quieren colar de la terrible represión de la dictadura que "perseguía" el gallego. En mi opinión era más una cuestión de desprecio, de paternalismo, de "pobrecitos ellos que bastante tienen con lo suyo" que otra cosa, al menos a partir de los 50, y es indiscutible que era un idioma considerado inferior por el régimen, desterrado completamente de la administración y del uso normal y "culto".
|
Reunión de Editorial Galaxia en los años 50.
Una editorial en gallego en la dictadura parece prueba de que no había tal prohibición, aunque sí desprecio. |
Pero esas barbaridades de entonces no pueden justificar barbaridades de ahora. Sugieran hoy dedicar las Letras Gallegas a nuestro único Premio Nobel y verán la contestación que les dan: “no, porque escribía en castellano normalmente”, como si eso le hiciera menos gallego en un concepto dogmático y restrictivo de lo que significa esta tierra.
Imponer no es la solución y de hecho si ven las estadísticas de uso del gallego cuanto más se implanta en la vida política, administrativa e incluso educativa menos se usa en la calle y en las casas. Es probable que influya que están convirtiendo el gallego de nuestros abuelos en un idioma ajeno, impostado, antinatural, un gallego de laboratorio, de piscifactoría que es difícil sentir como cercano.
Cuando un Pleno aprueba una ordenanza ha de ser muy consciente de que, al menos en teoría (ya saben que en Lugo esto es opinable) obliga a la población a su cumplimiento. Por eso hay que ser exquisitamente cuidadosos con las prohibiciones. La libertad de ejercicio de ciertos derechos no ha de ser nunca cercenada y en eso el TSJ primero y el Tribunal Supremo después, han hilado fino y han visto exageraciones que han cortado… pero sin que la sentencia afecte al fondo de la ordenanza relativo a la promoción y uso del idioma.
De hecho, nadie ha sido capaz de explicarme el supuesto retroceso a causa de la sentencia, salvo que se considere como tal que no se pueda imponer un idioma. Ayer estuve intentando que una de esas personas que se rasgaban las vestiduras por el veredicto me contestase a una sencilla pregunta: ¿en qué caso concreto una persona que quiera usar el gallego no puede hacerlo a causa de esa sentencia? No tuve respuesta, porque no la hay. La sentencia solo invalida las imposiciones, pero no impide el uso del gallego en ningún aspecto, como es lógico.
Aún así, a pesar de que no limita su uso ni lo más mínimo, los supuestos defensores del gallego están exaltadísimos ¿Acaso creen que porque no se obligue a presentar los ruegos y preguntas en el Pleno en gallego va a haber un solo ciudadano que deje de hablarlo? ¿De verdad tienen tan poca confianza en el gallego que están convencidos de que solo sobrevivirá poniendo a la gente una multa si no lo usa? Si sobrevivió a Franco y sus políticas recentralizadoras (también en lo cultural) ¿no piensan que el problema está en otro lado? ¿Quizás en su uso como una herramienta política, en esa manía de dar y quitar títulos y carnets de “buen y mal gallego”? Están haciéndole a VOX la mejor de las campañas.
Galicia no solo es una tierra tolerante, es que es alérgica a los radicales, y quizá por eso haya cierto rechazo a la imposición. Nos escandalizábamos de lo que pasaba en Cataluña y tal vez no queramos seguir ese camino, al menos confío en eso, y por eso cuanto más nos lo quieren meter con calzador menos se habla. Deberían reflexionar sobre eso.