Ayer se presentó (otra vez) la ampliación de la Protectora |
Anunciaban ayer la Alcaldesa Lara Méndez y el diputado Álvaro Santos la renovación de las instalaciones de la Protectora, una actuación que la administración lleva mucho tiempo retrasando y que, más que una necesidad, es un clamor por parte de quienes las gestionan, personas generosas que ceden lo más valioso que tienen (su tiempo) para tapar las vergüenzas de una sociedad que considera a las mascotas como artículos de consumo, de usar y tirar.
Dejando a un lado el problema de los abandonos, que me enciendo, he de decir que no es discutible el compromiso personal, moral y de acción que la Alcaldesa ha demostrado con la Protectora. Se ha pasado de una subvención de 35.000 euros a una de 105.000, que es el triple exactamente, y eso hay que valorarlo.
También es verdad que la Protectora ha sido víctima de la lentitud y parsimonia de la Administración en el cumplimento de sus compromisos. En marzo de 2017 la Protectora se quedaba sin recursos porque Diputación y Ayuntamiento les adeudaban 115.000 euros de subvenciones de 2016 impagadas. La de la Diputación se pagó al mes siguiente y la del Ayuntamiento supongo que más tarde (aunque no sabría decirles la fecha porque no lo he encontrado).
Lo importante no solo es ayudar sino hacerlo en tiempo y forma cuando hablamos de evitar retrasos que pueden costar vidas, literalmente en este caso.
La Protectora firmó allá en el 2015 un convenio por el que la Diputación le cedía gratis una parcela de 40.200 metros cuadrados de Santa María de Muxa. Lo firmó Elena Candia en su breve presidencia, en que se avanzó más en la colaboración con la Protectora que en el resto del mandato.
Elena Candia firmaba la cesión de terrenos a la Protectora en 2015 |
Evidentemente el anuncio de ayer hay que enmarcarlo en la campaña electoral en la que llevamos inmersos mucho tiempo. De hecho no es la primera vez que se nos cuenta esto. En junio de 2018 ya se hacía pública la ampliación de la Protectora de Lugo por parte de la Diputación, sin que hasta el momento haya aparecido por allí ninguna excavadora ni se haya puesto un ladrillo. Es más, hasta noviembre no salió la licitación, y lo hizo con un plazo de ejecución de 5 meses, así que desde que la cosa se firme (si es que no se ha hecho) aún tendremos que esperar un poco.
Las campañas electorales cada vez se parecen más a las promesas de año nuevo. “Voy a ponerme a régimen”, “voy a ir al gimnasio”, “voy a dedicar más tiempo para la familia”… se asemejan sospechosamente a “voy a hacer la playa fluvial”, “voy a derribar el Garañón”, “voy a desdoblar Duquesa de Lugo”, “voy a abrir el nuevo auditorio”… cuestiones que no solo se dicen con convicción, sino con la verdadera creencia de que se van a hacer aunque luego surjan “imponderables” (por supuesto siempre achacables a la malvada oposición o a gobiernos externos de otros colores) que dan al traste con las buenas intenciones.
Los representantes políticos son ciclotímicos, tienen altibajos en su actividad que adaptan a las campañas electorales (altis) y los tres años y nueve meses siguientes (bajos). Son como esos estudiantes que pretenden apurar en un par de semanas lo que no han hecho en todo el curso académico y lo malo es que a veces aprueban y se confían para volver a repetir la jugada en el curso siguiente.
Es una pena que todas estas buenas intenciones no cristalicen después o lo hagan con una lentitud exasperante.
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