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viernes, 8 de febrero de 2019

Turismo de sangre

Podría ser de El Mundo Today, salvo porque no tiene maldita gracia.
El Ayuntamiento de Lugo ha estado lento de reflejos una vez más. Hay que copiar lo que funciona, y a la vista de que el pueblo de Totalán va a hacer “espacio visitable” la parcela donde murió Julen, el niño que tuvo a toda España en vilo durante dos semanas, estamos perdiendo el tren en el “turismo de sangre” que tanto éxito parece tener.

Imaginen lo bonita que sería una visita guiada: en este bajo José Fraiz Parga intentó violar y, al no lograrlo, asesinó a la niña María Claire Paredes de ocho años de edad; nuestro recorrido nos llevará a visitar las localizaciones en que Félix Vidal Anido, conocido como el violador del estilete, hizo pedazos la vida de las 54 mujeres a las que violó; en este punto encontraron el coche con el cadáver de a Tatiana Vázquez, asesinada por su pareja Ibrahima Nadiaye; observen la casa museo en que Emilio Pérez Vilarchao mató al periodista de sucesos Gerino Núñez Díez… 

Incluso se podrían hacer juegos tipo Cluedo con crímenes sin resolver. Se puede dar a los turistas toda la información sobre, por ejemplo, los dos asesinados en el Ceao hace ya 25 años para ver si hay suerte y pillamos de viaje a una Jessica Fletcher que nos señale al asesino en una reunión final con todos los sospechosos, ya que parece que la señora siempre resolvía los crímenes que se iba encontrando (en sospechosa abundancia) cuando estaba de vacaciones. Miren que todo puede ser.

Totalán ha abierto la veda. ¡Qué filón turístico! ¡Qué incontestable reflejo de esta sociedad enferma! ¡Qué asco!...

Entiendo que es más o menos normal sentir una morbosa curiosidad disimulada bajo un sentimiento más noble, el de interés o incluso compasión… pero de ahí a convertir en circos de tres pistas las desgracias media un abismo. ¿Qué será lo siguiente? “¡Bajen al pozo en que murió Julen!”, “¡entradas reducidas para niños pequeños!”, “¡packs con bombero y geólogo incluidos que explicarán la composición de la tierra que se le fue cayendo encima al niño!”, “¡sientan la opresión y la oscuridad que sufrió el niño de Totalán!”…

En España todo empezó con las niñas de Alcasser. No es que no hubiera crímenes horrorosos antes, es que no se les dio la cobertura mediática que en aquel momento protagonizó una vergonzante Nieves Herrero. Años después ella misma reconoció que el programa había sido un “error de pies a cabeza”. Fue asqueroso y gráfico y eso que no contaba con los medios que tenemos hoy para rellenar todos los noticiarios de medio mes con “realidades aumentadas” que, con todos sus morbosos detalles, nos hicieran entender el sufrimiento del pobre niño de Totalán.

La línea que separa la información del asqueroso aprovechamiento no es fina, para nada, es grosera, ancha como una autovía. Regodearse en detalles que no aportan más que escalofríos no sirve más que para aumentar el morbo, y aunque a amigos periodistas les he comentado estas cosas en ocasiones, me hacen callar con una incontestable realidad: las audiencias.

La culpa no es del periodista que pone la carne putrefacta en el menú, sino del público que la consume. Si uno llega a un restaurante y le ofrecen como entrantes sopa, ensalada mixta o mierda con tomate nadie puede culpar al local de servir esto último si es lo que el cliente elige, sabiendo perfectamente lo que hace. Eso sí, luego protestaremos.

He visto estadísticas de visitas a webs de un importante medio de comunicación y cómo se disparan los números cuando se trata de casos que incluyen todo lujo de detalles en cuanto a vísceras, y parece que cuanta más sangre y más repulsivo sea el tema, más personas leen, escuchan o ven el reportaje.

La culpa no es de la oferta, sino de la demanda. La culpa es nuestra.

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