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martes, 22 de octubre de 2019

El crematorio de libros

Les ha faltado colocarlos por colorines para que cumplan su única función real: la decorativa

La biblioteca de la Casa da Xuventude, ubicada en San Fiz, es un lento crematorio para libros. Están al sol y se van decolorando poco a poco, muriendo allí puestos más como adorno que como otra cosa. Es doloroso porque hay estudios muy interesantes (ediciones de la colección de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, por ejemplo) y novelas que en una ubicación más accesible y mejor protegida servirían para que todos pudiéramos pedirlos prestados.

Siempre me han gustado los libros, y si les digo la verdad me atrae tanto leerlos como poder tocarlos, hojearlos, incluso olerlos… El papel tiene un atractivo que el libro electrónico, tan práctico y tan cómodo, no posee. Quizá por eso el maltrato a la letra escrita me duele como si talaran árboles.

Los grandes enemigos de los libros son el agua y la luz directa. Cuando tienes una biblioteca más o menos generosa aprendes pronto que hay que utilizar cortinas que los protejan del sol porque se decoloran con gran velocidad, y si no tienes esa posibilidad la otra opción es poner a los estantes algún tipo de puerta para cortar la línea de la luz.

Este libro, por ejemplo, ronda los 40 euros. Es un triste criterio para un libro, pero el único que muchos entienden.
Da igual, pagamos todos.

Los particulares tenemos recursos bastante limitados para estas cosas, aunque a fin de cuentas tampoco es excesivamente normal que en una casa haya que tomar tantas precauciones… pero las administraciones sí deberían tener en cuenta que sus fondos bibliográficos son de todos y que hay que ser cuidadosos con ellos.

El único fin digno para un libro es cuando de tanto usarlo se acaba desencuadernando o sus páginas están tan sobadas que no vale para prestar a nadie. Suele pasar en las bibliotecas públicas y con obras solicitadas, porque los que tenemos cariño a la letra escrita los cuidamos tanto que es difícil diferenciar un libro sin abrir de uno leído varias veces.

Es una tristeza. Ver cómo poco a poco van muriendo apasionantes novelas (“El Ocho”, una de mis novelas favoritas, es una de las víctimas de esta falta de cuidado) o interesantes ensayos da muchísima pena y supongo que quedarán ahí pudriéndose a la espera de que la administración decida, un mal día, tirar con todos al contenedor de papel en un arranque de ecologismo paleto.

El triste destino el de los libros que nadie lee.

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