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martes, 31 de diciembre de 2019

Se acaba un año anodino

"hacemos el balance de lo bueno y malo, cinco minutos antes de la cuenta atrás..."
Se acerca el final del año y con él, como decía la canción de Mecano, “hacemos el balance de lo bueno y malo, cinco minutos antes de la cuenta atrás”. Es lo suyo y, aunque les juro que me encantaría ser más positivo realmente hay que asumir que la parálisis ha sido la nota dominante durante estos doce meses. Mucha palabrería, poca actividad práctica y algunos proyectos absurdos como construir un nuevo barrio con 1.200 viviendas en una ciudad con 12.000 vacías, unas termas con agua del grifo calentada, un inviable parador o el derribo de la comodísima estación de autobuses que tenemos para llevarla a un lugar ridículo (ya ven qué bien nos va esa política con el MIHL).

Para el casco histórico el 2019 ha sido un año bastante soso, que no ha destacado especialmente por ser ni bueno ni malo. No ha habido avance alguno en las principales cuestiones pendientes para el recinto amurallado. Seguimos sin mejorar la peatonalización, sin autobuses urbanos decentes, sin culminar la obra de la plaza de abastos, sin iniciar los largos trámites de reforma del PEPRI, sin atraer residentes a la zona… Siendo como somos los lucenses eso puede parecer algo bueno ya que seguimos igual. El problema es que la situación es regular tirando a mala. Tampoco es terrible, claro, pero no es buena.

Todo son anuncios, proyectos y promesas, pero cuando uno va cumpliendo años asume que algunos de esos mantras que se venden como hechos no son tales hasta que las excavadoras empiezan a trabajar, y no hay mejor ejemplo que el Museo de la Romanización, cuyo proyecto nos enseñaron en 2010 anunciando las obras para 2011 y aún estamos esperando. Bueno, no solo esperamos, sufrimos porque ahora, como cuando éramos niños, la Xunta pretende hacer “juego revuelto” y empezar desde cero, con el edificio sufriendo cada vez más daños porque su propietario, el Ayuntamiento, no cumple su obligación legal de mantenerlo y evitar su deterioro. Todos siguen la misma dinámica de echar balones fuera y no hacer nada, a ver si el paso del tiempo hace que las cosas se solventen por sí mismas. La mala política, el “dolce fare niente” que da como resultado costosos edificios vacíos, ruinas históricas y catamaranes hundidos en el Miño.

Algo se hizo bien en estos doce meses, sí. Logramos entre todos que Lugo cuente con el necesario servicio de hemodinámica 24 horas en el HULA, se restauró la fuente de San Vicente de la Plaza del Campo, por fin han salido a licitación las concesiones de los más de 25 puestos vacíos en la Plaza de Abastos y el Mercado de Quiroga Ballesteros y la Universidad ha demostrado con la Domus del Mitreo que el turismo cultural en Lugo es viable. Son cosas muy buenas para Lugo en su conjunto y para el recinto amurallado en particular. Quizás insuficientes como balance de un año completo, pero algo es algo.

Hay margen para el optimismo, pero siempre que dejemos de esperar que caiga el maná del cielo. Olvidémonos de tener como única meta el estrujar la teta estatal, de depender de las subvenciones y de suspirar por la iniciativa pública (un oxímoron en toda regla), tan cicatera en proyectos prácticos como generosa en ideas surrealistas que nada tienen que ver con las necesidades reales de los ciudadanos.

Apostemos por los emprendedores, los auténticos creadores de riqueza y empleo. El casco histórico prevalecerá como siempre lo ha hecho. En la zona se ven nuevos locales, empresas que van ocupando los bajos que llevaban tiempo vacíos, en parte porque hay propietarios que han desistido por fin de los disparatados precios de alquiler que aún mantienen algunos que pretenden ganar más sentados en casa que trabajando. En la zona hay algo más de movimiento y, si no le ponen muchas trabas, es probable que aumente en los próximos meses.

Encaremos el 2020 con optimismo y pensemos que con un poco de suerte será mejor que el anodino año que ahora acaba. Buena falta hace.

Artículo publicado en La Voz de Galicia del 31 de diciembre de 2019

1 comentario:

  1. Es bueno ser optimista.Lo que ocurre es que yo no lo soy en lo que se refiere a Lugo.
    Empezamos el año con una subida del IBI del 3 o 4 por ciento y un incremento previsto en los costes de la plantilla municipal de un millón de euros. Y mientras tanto siguen bajando los indicadores de actividad.
    Lo de As Pontes y lo de Alcoa pinta fatal y eso nos afecta también aquí, no lo dude.
    Abrir una empresa es cada vez más engorroso en este ayuntamiento.
    Dos de los mayores grupos empresariales de la ciudad han sido vendidos a empresas foráneas y eso traerá consecuencias.
    Me gustaría ser optimista. Pero no puedo.
    Mal asunto cuando en una ciudad la mejor opción laboral es acceder a la administración.

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