Era la típica pregunta de la que no esperabas más que una respuesta genérica, también de circunstancias, pero ahora el “¿qué tal todos?” ha cobrado un terrible sentido de realidad.
Tengo amigos y familiares que han pasado por el Coronavirus, afortunadamente todos ellos con síntomas relativamente leves y sin necesidad de ingreso hospitalario. Pero cuando conoces a gente que lo ha pasado es cuando sientes el escalofrío por la espalda, y lo cerquita que está lo que ya todos llamamos “el bicho”. También tengo en mi entorno personal sanitario que sale llorando de sus guardias porque más allá de los aplausos, de los arcoiris y esas cosas son la infantería que está librando esta guerra y que ve lo que sufren las víctimas.
De todo esto en Lugo somos conscientes a medias a pesar de que en este país tenemos 26.000 muertos. Como aquí la incidencia ha sido relativamente baja no le damos la importancia que tiene, y que se hace patente cuando ves no solo los ataúdes, sino a la gente intubada, sedada porque la maquinaria es insoportable, y boca abajo durante dos o tres semanas en la UCI. Esto va muy en serio.
He tenido que ir a trabajar todos los días presencialmente, y les voy a hacer una confesión: iba sin mascarilla. Estaba literalmente solo por la calle y no me preocupó en ningún momento… pero con el desconfinamiento las calles se van llenando y ahora sí siento miedo. Gente joven, mediana y mayor pasea alegremente sin protección alguna. Ya sabemos que no sirve de mucho para no contagiarse, pero sí para no contagiar a otros, así que es una cuestión de conjunto porque ni siquiera sabemos quién es portador.
Cuando esto empezó se recomendaba dejar las mascarillas para los enfermos que las necesitaban pero ahora sabemos más. Por ustedes, por sus personas cercanas, por quienes quieren: guarden distancias, vayan por la acera de la derecha, usen protecciones, tengan cuidado, no se confíen… Piensen en todos.
Artículo publicado en La Voz de Galicia del 10 de Mayo de 2020
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