Los locales vacíos no resultan atractivos para nadie. Tampoco para la zona. |
En Lugo los locales vacíos están proliferando. El cierre de empresas, algunas de las cuales son históricas (la última, la pastelería Santos), y la inexistencia de reemplazos hace que el número aumente en todas las zonas de la ciudad, aunque en el centro es más llamativo porque por ahí pasa todo el mundo y lo ve. Darse un paseo por la Milagrosa y ver el desolador aspecto de la plaza del mismo nombre es un ejemplo bastante gráfico de ese problema afecta a toda la ciudad y no seamos simplistas, no achaquemos el problema únicamente a “es que no hay donde aparcar” porque en el centro comercial de Abella había y ya ven cómo les fue.
No es sencillo diagnosticar el problema, porque no se reduce
a un único factor. La indiscutible competencia de las empresas con base en
Internet, la pandemia del COVID-19, los problemas de tráfico generados por el
propio Ayuntamiento… todo ayuda a que bajen rejas para no volver a subir, pero
hay un factor determinantemente crítico que desde siempre ha estado ligado a
los cierres: el precio del alquiler.
Tener un bajo en una buena ubicación te garantiza una renta
de la que incluso puedes vivir mejor que trabajando ocho horas diarias, pero
hay quienes consideran que es mejor tenerlo vacío que bajar el precio de la
renta, y continúan con pretensiones disparatadas más propias de épocas de
bonanza… y de ciudades más rentables que Lugo. Así nos luce el pelo, e incluso
hay quienes durante los meses de cierre obligado por la pandemia no bajaron un
duro a los inquilinos.
Sin embargo no demonicemos a nadie. El caso de la persona
que vive de alquilar un único local es bastante poco frecuente, pero aun así no
se puede generalizar y dar por sentadas cosas. Pónganse del otro lado por un
momento e imaginen que viven ustedes de alquilar un local. De ahí tienen que
pagar el IBI, los gastos de mantenimiento, la comunidad, las derramas, los
impuestos… y dependiendo del margen de beneficio es posible que les resulte muy
complicado reducir el alquiler. Eso es comprensible, claro que sí, pero incluso
teniendo eso en cuenta, en peor situación quedarán si les dejan el local, ¿no
creen?
Además hay que tener en cuenta que no siempre funcionamos
con lógica, ni siquiera por propio interés. Hace unos años, la madre de un buen
amigo mío dejó una actividad de hostelería en un local del norte de Lugo. Ella
tenía a su nombre la licencia de actividad como es lógico, y la propiedad del
bajo no se la quiso traspasar porque le suponía un desembolso “excesivo” (era
un precio mucho más que razonable, sobre 7.500 euros). La consecuencia de
aquella decisión es que el local sigue vacío a día de hoy y esto fue en 2015. Echen
cuentas e incluso poniendo un alquiler de 300 euros al mes (era mayor) la
propiedad perdió 10.500 euros (le resto el coste del traspaso), a los que hay
que sumar otros gastos que paga el inquilino y la preocupación de tener el
local muerto del asco. No siempre funcionamos con sentido común.
Pero lo peor de todo este asunto no es ni el perjuicio para
la empresa que cierra (que es la que lleva la peor parte en el negocio) ni para
el que alquila, o mejor dicho no alquila, el local. Es para la zona, para el
conjunto. Un local vacío no tiene mayor importancia, pero cuando son varios sí
que se empieza a dar un fenómeno de contagio preocupante. A nadie le gusta ir
de compras a un área en que hay dos comercios abiertos y siete cerrados, la
imagen es de tristeza y de desolación.
Esto logra que la zona se deteriore y, como efecto lógico,
los precios bajen sí o sí. La rebaja que no quisieron hacer en momentos “buenos”
la tendrán que hacer más tarde por las malas, y con una diferencia: no podrán
volver a subir en mucho, mucho tiempo, si es que alguna vez lo hacen. Miren la
Calle Real de La Coruña, la que fue milla de oro de una ciudad con una
actividad comercial impresionante. Pasó de tener lo mejorcito de la ciudad y
los alquileres más rentables a ser una triste parodia de sí misma, y los bajos
que otrora ocupaban joyerías de prestigio y grandes firmas (cadenas, pero también
locales) ahora están vacíos o malviven con bazares de artículos de pacotilla.
¿Ese futuro es el que quieren para la zona donde tienen sus locales?
Egoístamente los propietarios de los bajos deberían hacer
una reflexión: a partir de un mínimo nivel que te cubra los gastos y te permita
ganar un margen razonable, no interesa tener el local vacío, ni siquiera aunque
la versión inmobiliaria de “El Cuento de la Lechera” te haga pensar que va a
venir una gran cadena a pagarte una cifra inmensa por tu local. Hasta Amancio
Ortega está plegando velas así que, por favor, por el bien de todos, por el
suyo propio, reflexionen y plantéense rebajar el precio del alquiler a su
inquilino, para ayudarle a sobrevivir en este momento, o para lograrlo si tiene
el bajo vacío.
Nos vendrá bien a todos. Incluidos ustedes mismos.
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